Sorpresa, sorpresa
Un estudio sugiere que se adelgaza más tomando lácteos y, por otro lado, la 'dieta de la leche' anima a nutrirse de este alimento. ¿Qué hay de cierto en todo esto?
No hay semana en la que no no encontremos con una supuesta dieta milagro en la que un alimento se anuncia como el remedio quemagrasas definitivo. Llegará un día en el que nos venderán la dieta del bollo suizo y ni nos alarmaremos de lo normal que nos parecerá. La última en sumarse a esta línea de dietas chaladas es, curiosamente, una de las grandes demonizadas en tiempos recientes: vuestra amiga la leche.
Sí, efectivamente, existe ya una dieta de la leche que anima a nutrirse de ella en su versión semidesnatada. De hecho, ya hay dos versiones circulando por Internet: en una la propuesta es que la persona se alimente únicamente bebiendo leche y, en la otra, menos hardcore, que se hagan varias tomas al día para completar las comidas. Los charlatanes promotores de esta alternativa dietética sostienen, utilizando una frase de madre de toda la vida, que es un alimento completísimo.
Lo que no dicen, los condenados, es que la leche no es rica en compuestos que nuestro cuerpo necesita, como el hierro o determinadas vitaminas. De hecho, los expertos aconsejan a todos aquellos que quieran seguir una dieta desequilibrada optar, para completar, por preparados vitamínicos líquidos (si es que el rollo es no tomar nada sólido) aunque, por supuesto, están en contra de cualquier dieta extrema como es esta de la leche.
No obstante, además de esto, un estudio sugiere que la leche podría ayudar a perder kilos. ¿Cómo es posible? Aunque no se ha demostrado una relación directa, una investigación desarrollada por la Universidad de Negev, en Israel, arrojó conclusiones en las que los individuos que habían seguido una dieta con leche en ella habían perdido más peso. Para ser más concretos, llevaron a cabo la investigación con 322 adultos con obesidad. Tras finalizar el periodo de muestra, comprobaron que aquellos que habían consumido más vitamina D (presente en los lácteos) habían perdido más kilos. Sin embargo, no se pudo concluir que esa relación causa-efecto estuviera motivada por el consumo de la leche.
De todos modos, la aparición de esta dieta sirve para recordar dos cosas que hay que tener en cuenta. Una: que demonizar alimentos, como ha ocurrido con los lácteos, está mal, ya que pueden formar parte per-fec-ta-men-te de una dieta equilibrada (tomados en las proporciones adecuada). Y otra, que la picaresca de los dietistas no tiene fin y que a saber qué será lo próximo que nos encontremos...