FÁCIL PARA HACERLO EN CASA
Saber cuándo parar con el picante en una comida no es tarea fácil. En muchas ocasiones, traspasamos la línea entre el sabor y el escozor. Pero hay tres formas de solucionarlo sin necesidad de tirar la comida y volver a empezar.
El picante es uno de los condimentos más aclamados y beneficiosos para la salud de las comidas. Aunque solemos relacionar la comida picante con México, lo cierto es que cada vez está más presente en la gastronomía mediterránea.
Y es que, entre sus beneficios se encuentra el de acelerar el metabolismo, aumentar el gasto energético y ayudar a perder peso -además de ser el sustituido ideal de la sal-. Sin embargo, hay una estrecha línea entre dar sabor a las comidas y hacer que nos lloren los ojos solo con olerlas.
Pasarnos de condimento picante puede ser perjudicial, ya que puede provocar acidez o irritación en el estómago. Y, sobre todo, hay que tener en cuenta que si tienes un estómago delicado, debes llevar más cuidado con el picante.
Pero, ¿cómo podemos solucionar una comida muy picante sin tener que tirarla a la basura? La clave está en el cocinado. Hay tres formas de rebajar ese sabor sin estropear el plato: con hortalizas, con lácteos o con azúcares.
El primer truco consiste en recurrir a hortalizas ricas en almidón (patatas, boniato o zanahorias), ya que este absorberá el picante y rebajará el picor. Para ello, hay que agregarlas en la olla y dejar que se cocinen junto a la comida principal durante aproximadamente 15 minutos.
El segundo truco requiere de lácteos como leche, nata o yogur. Si conoces la leyenda urbana de beber leche cuando has comido algo picante, sabrás que los lácteos ayuda a reducir considerablemente el picor. Y esto se debe a la caseína, presente en estos productos, que hace que se disuelva la capsaicina, la responsable del picor.
Y, por último, podemos recurrir a los azúcares para contrarrestar el picor, con productos como la miel, el vinagre o el ketchup.