CUANDO TE LAS PREPARAS EN CASA, LAS HACES MAL
Tú te crees que no hay truco, que sólo es necesario echarla en la sartén y esperar mirando a las musarañas. Pues no es tan sencillo, y has acabado yendo por la vida sin saber que estás cometiendo errores garrafales que merman la calidad de tu hamburguesa, desde que la compras hasta que la pones en el plato. Aquí van diez.
1- La compras ya hecha. Es muy cómodo, sí, pero lo recomendable es o bien que piques tú mismo en casa la carne y después montes la hamburguesa, o que pidas que te la piquen al momento en la carnicería. No sólo porque estarás comiendo una carne libre de conservantes, sino porque estará mucho más fresca y tierna, podrás elegir tú mismo la pieza que más te guste y porque, además, podrás añadir los aderezos que prefieran y los que más peguen con la guarnición de tu carne.
2- No utilizas un recipiente para derretir el queso. A menudo el problema de las hamburguesas es que el queso queda frío o no está correctamente derretido. Esto ocurre porque lo colocamos encima de la hamburguesa cuando ésta se encuentra en la plancha o en la sartén y no transcurre el suficiente rato para que al queso le dé tiempo de derretirse. A menudo nos enfrentamos al gran dilema: o se derrite el queso, o se quema la hamburguesa. Si tapas la hamburguesa con un recipiente justo cuando incorporas el queso, ésta se derretirá más rápido.
3- Te pasas con el aceite. Basta con un chorrito de aceite de oliva en la plancha o la sartén para que la hamburguesa quede deliciosa. No es necesario que la frías, pues perderá su consistencia y además incorporarás una barbaridad más de calorías al conjunto.
4- La comes fría. Ya sea porque el queso nos la enfría o porque la hamburguesa suele llevar guarniciones y es complicado que todo esté listo a la vez: muchas veces acabamos comiendo la carne fría, sólo porque nos hemos entretenido preparando las patatas o las salsas. O porque somos varios a cenar y hemos tenido que ir haciendo las hamburguesas en varias tandas. En ese caso, el microondas puede ser un gran aliado: caliéntalas unos segundos a 140 grados, lo suficiente para que no se resequen pero lleguen calientes a la mesa.
5- Usas platos pequeños. Los de postre, por ejemplo. Y parece una tontería, pero lo que suele ocurrir cuando nos marcamos una señora hamburguesa y montamos un plato combinado con ensalada y patatas fritas, es que el contacto entre las hojas de lechuga y la carne caliente hace que la ensalada nos llegue tibia, mustia y mala a rabiar. Pon platazos para que todos los componentes de tu obra de arte lleguen separados y no haya contagios de temperaturas indeseados.
6- No realizas una hendidura con el pulgar. En cuanto colocas la hamburguesa en la sartén, debes realizar una pequeña hendidura en uno de los lados con el dedo pulgar, para garantizar una cocción homogénea.
7- No tuestas el pan. Para empezar, utilizas pan malo, cuando lo que interesa es un pan fresco, preferiblemente de Viena, a poder ser adquirido en la panadería y elaborado de la forma menos industrial posible. Antes de servirlo, hay que tostarlo en la sartén con una cucharadita de mantequilla.
8- Le pones demasiadas cosas. Recuerda que en el mundo de la hamburguesa, y en casi cualquier mundo, en realidad, menos es más. Más vale que pongas pocos ingredientes y especias para complementar la carne a que te pases con los condimentos y guarniciones, que lo único que harán será enmascarar el sabor de la carne. Bastará un poco de tomate y queso, sal y pimienta para tener una hamburguesa deliciosa.
9- No le das un golpe seco con una espátula. Cuando cueces la hamburguesa no sólo es muy importante que la sartén esté muy muy caliente, sino también que le des un golpe seco con una espátula justo cuando la eches. Con este movimiento, nos aseguraremos que la carne quede como debe quedar: bien jugosa por dentro y con una costra por fuera.
10- Comes demasiadas. Y no lo decimos nosotros, lo dice la OMS, la báscula, cualquier nutricionista y el sentido común. La hamburguesa no sólo es carne roja, que habría que consumir dos o tres veces al mes como máximo, sino que además es una parte muy grasa de la ternera. Cada vez que comemos una hamburguesa estamos dando al cuerpo grasa y calorías por un tubo, y si además tenemos en cuenta que solemos comerla para cenar y acompañarla de patatas fritas y pan, ya tenemos a punto la bomba de relojería calórica –no decimos nada de aquello campeones que añaden huevo frito, bacon, mayonesa y ketchup–. El excesivo consumo de carnes rojas y grasas incrementa, además, el riesgo cardiovascular, de manera que, como decimos, un par de hamburguesas al mes serán más que suficientes.