Y DESPUÉS DE COMER...
Tanto hablar de comer y tan poco sobre lo que ocurre (o debería ocurrir) inmediatamente después: lavarnos los dientes. Y es que parece mentira que todavía haya tanta desinformación sobre un hábito diario como es el cuidado de la higiene bucal, pues son muchos los que, pese a hacerlo a diario y tras cada comida, están lavando mal sus dientes, lo que da lugar a que estos tengan a/un aspecto horrible y b/caries a tutiplén. Sigue estos diez consejos y mejora la salud de tus dientes.
1- Empecemos por la perogrullada máxima y poco a poco ya iremos afinando: lo más importante para lavarse bien los dientes es, fundamentalmente, lavarse los dientes. Y cuando decimos lavarse los dientes nos referimos a que hay que hacerlo tres veces al día, después de las principales comidas, y si por alguna casualidad de la vida tenemos que saltarnos una nunca jamás puede ser la de la noche, que es la más importante con diferencia. Decimos esto porque según la encuesta poblacional sobre la salud bocudental en España, realizada por el Consejo de Dentistas de España en 2010, el 12% de los españoles mayores de 14 no se cepilla los dientes todos los días, y un 2,3% no lo hace nunca. Estamos hablando de unas cifras demasiado elevadas que, a la larga, nos acaban costando no sólo malos ratos en la consulta del dentista, sino también mucho dinero.
2- Decíamos que hay que lavarse los dientes tres veces al día, tras las principales comidas. Pero curiosamente, no hay consenso al respecto entre la comunidad odontológica. Hay quien dice que habría que hacerlo tras cada comida, aunque se trate de un mínimo tentempié a media tarde (ese café con leche con una galletita) y quien considera que con dos veces, siempre que el cepillado se realice de forma correcta, es más que suficiente. En lo que sí parecen estar de acuerdo todos los profesionales es en que los dientes hay que lavarlos de arriba a abajo, y nunca de izquiera a derecha, o lo que es lo mismo: debemos utilizar la técnica de barrido y no la de fregado. Los dientes superiores debemos lavarlos de arriba a abajo y los inferiores de abajo a arriba.
3- Es importante no presionar excesivamente el cepillo contra los dientes, algo que la mayoría suele hacer mal. La clásica imagen del cepillo que se agarra con el puño es precisamente lo que tenemos que evitar, ya que es conveniente agarrarlo suavemente y no aplicar presión. De hecho, lo único que queremos es retirar los restos de comida de nuestra boca, y con un cepillado agresivo sólo conseguiremos dañar el esmalte.
4- El hilo dental tiene que convertirse en un compañero más de nuestro cepillo y nuestra pasta. Es posible que nos estemos cepillando bien los dientes pero que queden recovecos en nuestra boca a los que el cepillo no llegue. Para ello, es interesante utilizar el hilo dental al menos una vez al día.
5- Si además de los dientes nos acostumbramos a cepillar la lengua, estaremos eliminando la placa bacteriana que es la causante del mal aliento.
6- Hay que lavarse los dientes después de comer, sí, pero... ¿inmediatamente después?. A ser posible, conviene hacerlo en la primera media hora, ya que los alimentos que se quedan en la superficie de los dientes se convierten en ácido y dañan el esmalte. Solo hay una excepción: cuando acabamos el ágape con un postre dulce o cuando hemos realizado una comida muy azucarada, ya que el cepillado puede provocar que los ácidos y los azúcares se expandan y el esmalte no se recupere. Por tanto, cuando la cosa va de dulces, conviene esperar un poco más.
7- Los chicles sin azúcar son grandes aliados de nuestra salud bucodental, ya que harán que produzcamos más saliva. Conviene llevar siempre encima, especialmente para aquellos días en que no podamos lavarnos los dientes, ya que la saliva produce bicarbonato y recupera el calcio, de manera que contrarresta el efecto del ácido.
8- Hay que reemplazar el cepillo de dientes cada tres o cuatro meses, ya que de lo contrario las cerdas se gastarán y torcerán y no cepillarán correctamente los dientes. También es fundamental lavar bien el cepillo, para asegurarnos que no quede ningún resto de comida.
9- Café, té y vino tinto son algunos de los alimentos que provocan que nuestros dientes adquieran un color amarillento. Los expertos aseguran que para paliar sus efectos es conveniente enjuagarse bien la boca después de consumirlos, aunque también afirman que la tonalidad de los dientes suele tener causas genéticas. Por el contrario, algunos alimentos tienen un efecto blanqueador natural, como la fresa, la manzana, el apio o la cáscara de plátano, que podemos frotar contra nuestros dientes durante unos minutos y notaremos un efecto inmediato.
10- Es conveniente visitar al dentista al menos una vez al año, aunque no tengamos ninguna molestia, para que revise el estado de nuestros dientes y pueda detectar alguna caries incipiente.