ES TAN FÁCIL ARRUINAR UN VINO
Hay muchas cosas que no debes hacer con tu vino, y que sin embargo haces sin saber que estás arruinándolo. Aquí van algunas de ellas.
1- Llenar demasiado la copa. Es preferible repetir las veces que haga falta, o que el cuerpo aguante, antes que llenar la copa hasta arriba, especialmente en el caso de blancos y cavas pero también de los tintos. Si llenamos la copa en exceso no sólo se calentará el vino, sino que no podremos agitar bien el líquido para efectuar correctamente la cata.
2- Beberlo en vaso. Algunos restaurantes modernillos de nuevo cuño sirven el vino en vasos de zurito, un gran error que nos va a hacer perdernos los matices que otorga la copa. Es importante que la copa sea alta y que el balón tenga cierto diámetro, para que el vino se oxigene correctamente y los aromas volatilicen, de modo que también desaconsejamos las copas estrechas a la hora de servir vino.
3- Creer que un reserva es siempre mejor. Es cierto que los vinos con crianza ofrecen aromas, matices y sabores que los vinos jóvenes no tendrán, y que hay quien muere por esas notas de madera, pero también lo es que cada ocasión requiere un vino. Y es que los vinos jóvenes, por el contrario, ofrecen frescura, notas florales y frutales intensas y, generalmente, y poniéndonos subjetivos, alegría. La experiencia nos indica que si tenemos un presupuesto limitado conviene desconfiar de crianzas muy económicos y, en esos casos, apostar por vinos jóvenes.
4- No guardar los tintos en la nevera. Es cierto que los tintos deben beberse del tiempo, pero también lo es que cuando suben las temperaturas no hay nada peor que un tinto caliente. En verano, es conveniente guardar los tintos en la nevera hasta que adquieran una temperatura de unos 15º, óptima para su consumo.
5- Conservar el vino más de tres días. En cuanto se descorcha una botella, comienza un imparable proceso de oxidación, que convierte en absolutamente imbebible un vino que abrimos hace dos o tres días. Es recomendable conservarlo en un lugar fresco, bien sellado con el corcho, durante unos días, y si finalmente no lo consumimos siempre podemos utilizarlo para cocinar.
6- Guardarlo en el lugar inadecuado. Son muchos los espacios de la casa en los que generalmente guardamos el vino que hacen que nos los vayamos cargando poco a poco. El exterior es el principal enemigo de los vinos, a los cuales les afectan mucho los cambios bruscos de temperatura. Por el mismo motivo, tampoco recomendamos guardarlos en la cocina o en espacios de la casa donde la temperatura es cambiante, así como la luz y el calor humano, que también afectan a la conservación del vino. Lo ideal, a falta de una bodega casera, es una habitación cerrada, fresca y seca, en la que no haya excesivo movimiento. Ah, y mucho cuidado con los olores: éstos también penetran en el corcho.
7- Echar el corcho en el interior de la botella cuando se nos rompe. Todos hemos vivido alguna vez ese momentazo en que se nos rompe el corcho, y la solución habitual suele ser introducir el trozo que se ha quedado obturado en el interior del vino. Craso error, ya que es probable que si el corcho se ha roto al abrirlo se rompa también en el interior de la botella, lo que significa que las partículas camparán a sus anchas por nuestra copa. Conviene extraerlo como podamos y, en caso de que hayan quedado pedazos de corcho, colar el vino. Otro aspecto a tener en cuenta cuando hablamos del corcho, es que numerosos sumilleres coinciden en que el manido gesto de oler el corcho, que se considera básico en una cata, no es, en realidad, imprescindible, pues si queremos información sobre el vino siempre será muchísimo mejor oler la copa.
8- Desconfiar de D.O. poco conocidas y de variedades 'outsiders'. Hay vida más allá de Rioja, Ribera del Duero, Tempranillo y Garnachas. Por suerte, en los últimos años se ha producido una suerte de democratización de la cultura del vino que ha hecho emerger D.Os hasta ahora desconocidas que producen vinos excelentes y que, en muchas ocasiones, utilizan también variedades de uva prácticamente en desuso que se están recuperando. Del mismo modo, es conveniente quitarnos de la cabeza algunos tópicos como que en Galicia sólo se hacen blancos o en Andalucía sólo vinos dulces, pues nos estaremos perdiendo vinos excelentes que demuestran que en materia vinícola no está todo escrito, ni mucho menos.
Lo mismo se puede decir de los vinos naturales y biodinámicos: cualquier aficionado al vino debe dar una oportunidad a estos brebajes, por más que en alguna ocasión haya probado algún vino biodinámico lamentable de la mano de alguien que no sabía demasiado del asunto. Lo ideal es ponerse en buenas manos y pedir consejo a los que saben, pues existen vinos naturales excelentes que van a resultar una auténtica sorpresa para nuestro paladar.
9- Ser un talibán de los maridajes. Si hay algo que cualquier persona sensata experta en maridajes va a decirnos es que el mejor maridaje es el que más nos gusta. Fuera, pues, ideas preconcebidas y será, al fin, nuestro propio sentido común el que nos orientará por la inescrutable senda del maridaje. Introduzcamos vinos dulces, cavas, rosados e incluso cervezas como bebidas gastronómicas, que nos servirán para acompañar cualquier ágape, y pensemos siempre en que el vino complemente al plato, que jamás lo eclipse, lo enmascare o, por el contrario, pase desapercibido. Así pues, evitemos vinos excesivamente persistentes si estamos ante platos que no lo son, y escojamos vinos frescos para complementar platos como verduras, mariscos, aperitivos o ensaladas.
10- No cambiar la copa. En la medida de lo posible, es recomendable cambiar la copa si vamos a cambiar de vino, aunque si no disponemos de un arsenal en casa siempre es interesante, al menos, limpiarla antes con un chorro del vino nuevo que vamos a tomar.