Adiós a la máquina de guarrerías y a los dobles desayunos

Diez consejos para no acabar engordando en la oficina

El trabajo dignificará, sí, pero también engorda. MUCHO. La tentación de pasarte la jornada laboral tragando es poderosa, pero debes ser fuerte. Y nosotros te damos las armas. Ánimo y coraje.

¡Hala, y la mermelada por la corbata! Ay, dios...Pexels

    La oficina es terreno complicado para la dieta. Las amenazas son variadas: desde el compi de curro que te ofrece coger una patatita frita al majete del departamento que te invita a bajar con él "a tomar el aperitivo". Malnacidos. ¿Es que acaso no saben que llevas un mes y medio intentando bajar de talla para meterte en el traje de baño del verano pasado? Mientras esperamos a que la jornada intensiva se implante por ley y nos permita regresar a casa a mediodía para encontrarnos con nuestra ensaladita, os damos algunos consejos para evitar poneros gochos entre hojas de cálculo de Excel y Powerpoints que nadie va a llegar a ver jamás.

    El táper es tu mejor amigo. Y lo sabes... Prepararte un plato completito en casa que incluya legumbres, verduras y carne o pescado es bien; por el contrario, improvisar y acabar jamándote una hamburguesa comprada en el 'fast food' de al lado del curro es mal. Es MUY mal.

    No al doble desayuno. Son las 9, has desayunado razonablemente bien en tu casa y, al llegar, ya hay uno que quiere bajar a tomarse el segundo café porque "sin dos por la mañana, no soy persona". Te invita. Y sabes que si aceptas vas a acabar dándole a un croissant. Y no debes hacerlo. Por eso, desde Cocinatis, te recomendamos que, amablemente, le hagas la cobra. Los segundos desayunos los carga el diablo.

    Olvídate de la máquina de snacks y guarrerías. Como ni no existiera. En serio. Borra de tu memoria esa tentación del pasillo que te llama entre horas con sus atractivas chocolatines y sus seductoras bolsas de patatas. A partir de ahora, vas a fingir que no sabes de ella y cada vez que oigas el zumbido de un muelle de la máquina llevando un donut hacia alguien más afortunado que tú, actuarás como quién oye llover.

    Bebe... agua. Has decidido restringir los sólidos. BIEN. Pero, ojito, porque aún queda una legión de cafés infumables, refrescos supuestamente bajos en calorías y zumos con más azúcar que un capítulo de una telenovela. Ten una botella de agua a mano y bebe de ella. Ese es el único líquido que deberá bajar por tu gaznate. Imita a esa compañera del departamento de contabilidad que coge furiosamente la botella que tiene en la mesa y bebe de ella haciendo ruido, como si acabara de hacer un ironman.

    Come despacio. Vuelve atrás en el tiempo y recuerda la frase de tu madre de "come despacio, para no atragantarte". En el curro, o bien porque no soportamos estar en el comedor más de cinco minutos junto a nuestros compañeros o bien porque el jefe nos pone reuniones de 1 a 2 y de 2.10 a 3.10, a veces engullimos como pavos y, a la hora de salir, nos preguntamos si hemos comido porque ha durado tan poco que, sinceramente, no nos acordamos.

    ¿Puedes salir a un parque? Genial. La primavera es esa época del año en la que, si tienes algún parque cercano a tu centro de trabajo (eufemismo de cárcel), lo mejor que puedes hacer es irte con tu táper y una sonrisa de oreja a oreja en la boca. Una vez allí, come escuchando a los pajaritos, mirando a los abuelos pasear o, simplemente, disfrutando del silencio. Piensa que mientras tanto, Óscar el de Marketing estará dando la barrila a la gente con su melopea del sábado. Sé feliz, te lo mereces.

    No comas delante del ordenador. En ocasiones, por pura supervivencia, decidimos centrarnos en nuestro ordenador y acabamos comiendo más de la cuenta mientras miramos en You Tube tutoriales de bricolaje, vídeos de gatos o doblajes chorras de alguna peli de los 80. Si no prestas atención a lo que te estás metiendo entre pecho y espalda, acabas zampando del doble y puedes llegar a tragarte los post-its.

    Controla el comer por estrés. "María, te llama el dire. Reunión en 5 minutos en la sala azul. Besos, guapi". Horror. Empiezas a pensar en qué invertir esos cinco minutos. Puede que no sobrevivas a esa reunión así que te dices a ti mismo "qué demonios, vamos a por un bollo". Es el estrés el que te conduce hasta la máquina, no tu estómago. Respira. Y vuelve a beber agua de la botella como si acabaras de cruzarte el desierto de Gobi.

    Pasa de las cañas. Un compañero no lo es de verdad si, sabiendo que te estás cuidando, te invita a unas cañitas, ya sean de aperitivo o las de después. Seamos realistas: ese mismo colega te puede salvar la vida si te pasa una petaca con vodka después de que el jefe te haya echado una bronca. Pero no nos desviemos del tema: el alcohol no te va a ayudar a caber en ese pantalón que te has comprado.

    Malditos cocinillas. De repente, el grupo 'Compis de currele' tiene un nuevo mensaje. Es de Manuel, de recursos humanos, que ha hecho un bizcocho y le está diciendo a la gente que pase por su mesa a pillar un trozo. Odias a Manuel, porque hoy es un bizcocho, el lunes pasado fue una ensaimada que se trajo de Mallorca y la semana que viene serán unas patatas ali-oli que le hace su madre. Y así no hay quién viva.