Comer sandía es BIEN; comer SOLO sandía, MAL

La dieta de la sandía: perder peso comiendo rico

¿Hay algo más mono que una sandía? Y si, además, hubiera una dieta a base de esta fruta de verano que tanto nos mola. Pues la hay: pero, ojo, es una de esas 'dietas flash' que no se pueden seguir a largo plazo y que nos dejan sin algunos nutrientes.

Vitamina C, calcio, magnesio, fibra, proteína y un gran aporte de potasio. Además, vitamina A, vitamina B6, niacina, tiamina y una gran variedad de carotenos, incluido licopeno. Aunque parezca imposible, todo esto cabe en la redonda estructura de la cuquifruta por excelencia, la sandía: capaz de seducirnos desde el plato, desde la funda de un móvil o el estampado de una sudadera. Así es ella.

Tantas cualidades y el hecho de que en verano, fresquita, nos apetezca más que nada en el mundo ha llevado a un grupo de iluminados a suponer que una dieta con la sandía como base sería deseable. Ay, amigos, cuánto daño hacen los gurús de las dietas. No obstante, démosles las palabra para que se expliquen antes de que, nutricionalmente, les soltemos el mamporrazo de turno.

En los fanáticos y defensores de la dieta de la sandía hay dos bandos: los que hablan de ella como una dieta de choque, capaz de hacernos perder peso en muy poco tiempo. Este bando habla de que, durante tres días, comamos nada más que sandía. A todas horas. El potencial saciante de la fruta, que es agua en un más de un 90% y su contenido en fibra, deberían bastar para hacernos sentir llenos durante 72 horas. Como siempre que pasa con estas dietas exprés, lo que tenemos es una bajada de peso rápida que es probable que recuperemos en los días siguientes al volver a nuestro ritmo natural.

Los del equipo de "la dieta de la sandía combinada" apuestan por una versión más larga y sostenible en el tiempo. Introducen la sandía en las cinco comidas diarias para, gracias a su potencial saciador, combinarla con alimentos bajos en calorías. Por ejemplo, pechuga de pollo a la plancha con ensalada y sandía; para la cena, pescado al vapor con, de nuevo, sandía. Y, sí, rodajas en el desayuno, almuerzo y media tarde. Al final, se trata de una dieta hipocalórica que podremos seguir en función de nuestros hábitos de vida. Por ejemplo, si hacemos ejercicio es posible que la estemos liando un poco y nos sintamos con poca fuerza, mareados o cansados.

Al final, lo que nos dice el sentido común es que introducir la sandía en nuestra dieta puede tener múltiples beneficios sin necesidad de variar nuestra dieta en demadía. Es verdad que si nos tomamos una rodaja antes de la comida o de la cena nos sentiremos más llenos y probablemente comamos menos. Por otro lado, esa tendencia a picar entre horas de las vacaciones puede corregirse si elegimos a nuestra amiga la sandía en lugar de opciones más calóricas como los helados. Por tanto, somos defensores de que haya cuánta más sandía en nuestra alimentación, mejor, pero detractores de convertirla en la piedra angular de nuestro día a día en la mesa.