Comer en la playa, misión de alto riesgo
Escribo estas líneas pensando en todos esos seres humanos que están a punto de pedir una caña y un platito de gambas en un bar playero en algún punto de la geografía española. Decantarse entre uno y otro puede salvar tu vida, believe us.
Estás en plenas vacaciones familiares o con los amigotes pasando un día de playa (los más afortunados, quizá una semana entera) y de repente te entra la gusa. Miras hacia donde termina la arena y te topas con una serie de chiringuitos. El calor nubla tu raciocinio y quizá, solo quizá, puedes estar eligiendo mal y poniendo en riesgo tus vacaciones. Si quieres sobrevivir al chiringuitismo, sigue leyendo y toma nota de nuestros consejos.
Si hay carteles con fotos de pizza o de paella, ¡vade retro! Aunque creemos que esto ya lo sabéis, no está de más recordarlo. Todo restaurante o chiringuito con fotos de paellas o pizzas prefabricadas es un invento del maligno para hacernos caer en un mundo de precocinados y platos plasticosos. Avisados estáis: luego no os quejéis de que la pizza llevaba salsa barbacoa...
Si no hay nadie, ¡huye! En un mundo en el que hay Trip Advisor, Twitter, señoras que te calientan la oreja a la antigua usanza... la mala fama de un chiringuito cutre corre como la pólvora. Si ves que no hay ninguna mesa ocupada, no lo dudes: está marcado por la sociedad como lugar de mala muerte.
Letreros multiidioma, mala señal. No es que tengamos nada en contra de la globalización: al contrario. Si se trata de que apolíneas suecas o hercúleos italianos visiten nuestras playas, estamos de acuerdo con ella. Eso sí, en el caso de los chiringuitos, los carteles en 14 idiomas distintos siempre nos hacen sospechar de que buscan captar al incauto y ofrecerle gato por gambas.
Una carta interminable... siempre es sinónimo de mal rollo. Vamos a ver, un chiringuito tiene que tener una especialidad de la casa y luego una serie de platos que claven, no puede ser que dominen desde los calamares a la romana hasta el risotto al funghi porcini. Si la carta es más larga que Los Pilares de la Tierra, abandona el lugar: va a ser que todo sabe igual.
Especialidades de vete-tú-a-saber-dónde. Esto es importante: en cada lugar de esta España nuestra, hay que comer algo en concreto. Por eso, ver en Málaga un rollo de bonito del norte nos debe hacer desconfiar al igual que si en Rias Baixas nos topamos con un plato de bienmesabe en la carta. Un poquito de orden, por favor.
Pregunta a la vecindad. En cuanto veas a alguien que pueda vivir en la zona, pregúntale. Eso sí, recuerda que los nativos NO suelen bajar a la playa entre semana porque tienen que hacer eso de trabajar para ganarse la vida, algo que tú, ser vacacional, recuerdas entre tinieblas. Hazles caso como si fueran el mismísimo Google y si te dicen Casa Paco, pues a Casa Paco que te vas.
¿Demasiado barato? Sal por patas. Nadie regala los euros a 99 céntimos. Por eso, cuando uno ve una ración de gamba blanca de Huelva a precio de Krusty Burger es que algo no está bien. Pon a funcionar tus neuronas achicharradas por el sol y avisa por whatsapp a esos dos amigos despistados que ya se han sentado: misión abortada.
Si salen a buscarte, algo falla. ¿Sabes cuándo durante el año sales por una zona de marcha y te asaltan al grito de 'chicosss, ¿un chupito gratis en Bar La Nuit?'? Pues esto es lo mismo, si hay un dicharachero relaciones públicas que sale a tu encuentro para llevarte a un chiringo, desconfía: va a ser que por allí no para ni Dios.
Que la gente vaya vestida. Venga, por dios, un poco de corrección. No es lo mismo un chiringuito en el que todo el mundo lleva, vale bañador, pero además camisetas, que esos templos de la desmesura donde ya ves a los alemanes jamando gambas con la sobaca mora al aire. Se trata de restaurantes al fin y al cabo, ¿vale?
Come y bebe con moderacion. Ten en cuenta que hace calorazo y que el sol no sabe si estás comiendo o pillando olas en la orilla. No te pasas con el comercio y el bebercio o lo puedes pagar. Sea cuál sea el chiringuito.