¿Quieres pelazo o amasijo de pelos?
Seguro que todas hemos probado en alguna ocasión algún producto milagroso para el pelo, una promesa casera –o no tan casera– de hidratación, brillo y suavidad que, en muchas ocasiones, ha acabado en fracaso. Te contamos cuáles son esos productos que es mejor evitar.
Y es que pese a que algunos productos efectivamente hidraten y nutran, a menudo tienen contrapartidas de las que solo somos conscientes cuando ya es demasiado tarde y, en el mejor de los casos, acabamos luciendo durante semanas un amasijo de grasa capilar. Miguel Padilla, propietario de la peluquería Tribu Hair Salón, en Barcelona, nos cuenta qué no deberíamos echarnos en el pelo por nada del mundo salvo casos de emergencia. Y sí, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Aceite de coco
Es una de las nuevas modas caseras que prometen hidratación y suavidad. Y efectivamente hidrata, asegura Padilla, “aunque es un producto que engrasa una barbaridad, muchísimo más que el aceite de oliva”. La grasa del aceite de coco, el preferido de muchas mujeres por su aroma agradable y su textura suave, “penetra hasta tal punto en el cabello que se necesitarán numerosos lavados para acabar de eliminarla”. El resultado acabará siendo una melena hidratada pero grasienta, desagradable al tacto y que acabará requiriendo el uso prolongado de un buen champú antigrasa.
Aguacate
Más de lo mismo. Otra de las modas en materia de mascarillas capilares caseras es elaborar una con aguacate triturado mezclado con ingredientes como cerveza, por ejemplo, que se aplica directamente sobre el cabello. “Suelen engrasar en exceso, por lo tanto siempre es más recomendable optar por una buena mascarilla ecológica adquirida en peluquerías, farmacias o establecimientos especializados en productos para el cabello”, afirma Padilla. Lo mismo podemos decir del aceite de oliva, que se debe usar con extrema precaución y no de forma habitual, ya que puede desequilibrar permanentemente la producción de grasa.
Sprays anticanas
Sí, son una solución rápida y fácil cuando no tenemos tiempo de ir a la peluquería y comienzan a despuntar las raíces, pero son, en opinión de Padilla, altamente desaconsejables. “Es cierto que en un momento puntual pueden ser de gran ayuda, pero los sprays anticanas dejan muchísimos residuos en el cabello, que cuesta eliminar incluso después de varios lavados. Mucha gente los usa con el objetivo de alargar el servicio de peluquería, algo que acaba siendo contraproducente: “el cabello se ve muy sucio, con una suciedad difícil de eliminar”, explica. Ante esta tesitura, es mucho más recomendable, qué demonios, lucir canas y dejarnos ya de tantas tonterías. ¿No lo hacen ellos?
Henna
Cuidadito con esta promesa de colores exóticos y tintes permanentes. “La henna no es más que una coloración con barro, aunque en muchos sitios la venden como la gran promesa de hidratación”, explica Padilla. Es cierto que es natural, pero también que a medida que avanzan los lavados los cabellos blancos van adquiriendo un color tirando a rojizo, que después es muy difícil de eliminar. Hay que tener en cuenta, además, “que si te echas henna no es recomendable que te hagas color en al menos seis meses, ya que el tono resultante puede ser más que indeseado”, concluye. Cuidado con ella, pues, si el riesgo y las melenas caoba son dos cosas que no van contigo.
Espuma y gomina
Los fijadores resecan mucho, por lo tanto lo más recomendable es buscar siempre un peinado y un corte que respeten la textura y caída de nuestro pelo para no tener que castigarlo con fijadores. “El fijador debería ser un producto de uso puntual, para ocasiones especiales”, explica Padilla, consciente de que muchas mujeres, especialmente las de pelo rizado, no pueden salir de casa sin su dosis de espuma. “Últimamente se comercializan unas cremas fijadoras mucho más suaves e hidratantes, aunque igualmente efectivas, que las clásicas gominas y espumas”, recomienda el estilista.
Agua
Con esto no queremos decir que no debemos lavarnos el pelo, nada más lejos, sino que hay que tener mucho cuidado de no lavarlo en exceso. “Una buena frecuencia es cada dos o tres días, ya que si lo lavamos a diario estamos haciendo que el cuerpo segregue más grasa”, explica Padilla, que recomienda a todos aquellos que no tengan una profesión que implique la excesiva exposición a suciedad o polución que hagan un plan de choque contra el lavado diario. “Se trata de empezar a lavarlo cada dos días para que el cuero cabelludo se vaya acostumbrando poco a poco a generar menos grasa”, recomienda. En pocas semanas se pueden notar los resultados y nos libraremos para siempre de la esclavitud de tener que lavar el pelo a diario.