¡Se necesitan tallas más reales!

¿Por qué usamos una talla diferente en cada tienda de ropa?

Tenemos una mala noticia que darte: que quepas en la talla 36 de una tienda no significa que uses una talla 36. Y tenemos una buena: que en otra tienda diferente no entres en la 40 no significa que hayas engordado. ¿Por qué no hay forma de saber cuál es nuestra verdadera talla?

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Cuando te recuerdan que Marilyn Monroe usaba una talla 42, tu ego se repara por unos segundos: ¿la mujer más sexy de la historia usaba una talla parecida a la mía, y a mí me avergüenza admitir cuál es el maldito número impreso en las etiquetas de mis pantalones?

Uno de los grandes culpables de nuestros enormes complejos estéticos tiene que ver con nuestra dificultad de comprar ropa. Como el actual sistema de tallas no termina de adaptarse a las diferencias morfológicas de la mujer, somos nosotras quienes nos vemos obligadas a adaptar nuestro cuerpo a las prendas, diseñadas para un único tipo de constitución.

¿Qué fue del Diabolo y el cilindro?

¿Recordaréis aquel estudio realizado por el Ministerio de Sanidad y Consumo en 2008, que se propuso analizar las proporciones físicas de las españolas para promover un nuevo sistema de tallas más adaptado a la realidad.

Se diferenciaron tres tipos de cuerpos, que al parecer se correspondían adecuadamente con las tres proporciones más repetidas entre las mujeres: la forma de diábolo, para quienes tienen los hombros y las caderas bastante más voluminosos que la cintura; el cilindro, para las mujeres con hombros, cintura y cadera de un tamaño similar; y la campana, para quienes tienen la cadera mucho más grande que el resto del cuerpo.

Diez años después de publicarse los resultados de ese estudio, muy poco ha cambiado en las tiendas. La ropa le sigue quedando mejor al maniquí que a la mayoría de nosotras, y el diseño de las prendas no permite una elección según nuestra morfología.

El esfuerzo por estandarizar las tallas tampoco se ve reflejado en nuestras compras. La que en H&M usa una talla S, necesita una 40 en Stradivarius. Y, como puede observarse en esta fotografía, la cintura de una talla 36 de Mango puede ser bastante más grande que una 38 de Bershka.

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¿Cómo podemos saber cuál es nuestra talla real?

Se supone que para saber si unos pantalones nos valen, deberíamos multiplicar la talla por dos y obtendríamos los centímetros que como máximo puede medir nuestra cintura. Es decir: si, por ejemplo, los vaqueros son una 36, entraremos en ellos si nuestra cintura mide como máximo 72 centímetros. Sin embargo, esta regla se cumple sólo algunas veces.

Otros trucos para averiguar si entramos en ellos los hemos aprendido en este vídeo de Nova Life:

Desde hace unos años, muchas voces femeninas han protestado por el tamaño de la considerada 'talla ideal' con un popular lema: “La talla 38 me aprieta el ch...”. Sin embargo, no parece que el problema se halle tanto en el tamaño de las tallas como en la ausencia de prendas para chicas con cuerpos más grandes. Que una joven no encuentre ropa en las tiendas más populares, porque directamente no se venda nada superior a la 44, parece incomprensible, sobre todo si tenemos en cuenta el porcentaje de población que utiliza esos números.

"Si te sientes feliz, comprarás más"

En el otro extremo se encuentra la estrategia de ciertas marcas americanas que, convencidas de que una mujer ilusionada es garantía de compra, optan por ponerle un trocito más de tela a cada prenda. Su razonamiento es que, si creemos que cabemos en la 38, vamos a disparar nuestro consumo. Esta decisión comercial tiene el riesgo de animar una despreocupación por el peso que dispare aún más el índice de obesidad, que en el caso de las mujeres de EEUU roza el 60%.

No tenemos claro si es éste el motivo por el que algunas de las tiendas que visitamos son especialmente generosas con el tamaño de la ropa, o si el problema procede de las que racanean con la tela y reactivan nuestros complejos. En uno y otro caso, estaría más cerca de encontrar solución si de una vez por todas, el estudio del cilindro, el diábolo y la campana fueran tenidos en cuenta por las marcas. Ni todas las chicas con curvas se sienten feas ni las mujeres sin un gramo de grasa están tan descontentas con su genética como creemos. En la variedad está el gusto, y lo único que debería preocuparnos es vivir el mayor número de años con la mejor calidad posible.