EFECTOS PERJUDICIALES
En verano, nuestra piel se expone el doble al sol y a su radiación, cuyo efecto puede llegar a ser muy perjudicial. Te contamos los diferentes tipos de rayos solares que existen para conocer todas sus implicaciones y aprender a protegernos adecuadamente de ellos.
La llegada del buen tiempo nos anima a hacer más planes en el exterior. Con él, también llegan las altas temperaturas, por lo que optamos por prendas más ligeras y cortas para combatir el calor y, claro está, tendemos a exponernos más al sol por nuestro deseo de broncearnos.
Aunque el verano tiene muchos puntos positivos, la sobreexposición solar es perjudicial para la salud de nuestra piel. Los rayos de sol impactan directamente sobre ella, pudiendo causar importantes problemas dermatológicos si no tomamos las medidas adecuadas.
¿Sabías que existe más de un tipo de rayo solar? Cuanto más informados estemos de cada uno de ellos, mejor nos podremos proteger de sus efectos.
Qué son los rayos UVA
Los rayos UVA (ultravioleta A) representan el mayor porcentaje de radiación UV que llega a la superficie terrestre. Tal y como constata Estefanía Nieto, directora dermocosmética de Medik8, "están presentes todo el año, incluso en días nublados y pueden traspasar los cristales".
Tienen especial impacto en la epidermis y la dermis y su acción no es inmediata, producen daños a largo plazo. Así pues, son los responsables del envejecimiento de la piel y de la aparición de las temidas arrugas marcadas y manchas, aunque "pueden llegar a desembocar en patologías graves, como el cáncer", añade Nieto.
La luz infrarroja y sus efectos
Más allá de los rayos UVA convencionales que acabamos de analizar, otra tipología relacionada son los rayos infrarrojos. No solo se usan en ciertas técnicas de bronceado, también se emplean en sesiones de fisioterapia, por ejemplo.
Aun así, hay que tener en cuenta que los que provienen del sol "también son capaces de traspasar ventanas y nubes, por lo que pueden afectar en días nublados", comenta Raquel González, cosmetóloga y directora técnica de Perricone MD.
En este caso, provocan el descenso de la formación del colágeno, por lo que nuestra piel puede perder elasticidad y firmeza, ocasionando la aparición de arrugas.
Cómo protegernos de los rayos UVB
Por otro lado, los rayos UVB (rayos ultravioleta B) son los que broncean nuestra piel y, por ende, son más intensos durante el verano y en las horas centrales del día. Esta tipología "se queda en capas más superficiales y, aunque no alcanza la hipodermis, son grandes culpables de afecciones", explica Sonia Ferreiro, biotecnóloga y cosmetóloga en Byoode.
Sus efectos son claros, visibles e inmediatos, pues son los rayos que nos queman, "pero también pueden producir alteraciones en el ADN de la piel", advierte.
¿La luz azul solo es de las pantallas?
La respuesta es sencilla: ¡no! También la emite el sol y "es capaz de traspasar las ventanas, de ahí que sea necesaria la fotoprotección en interiores", explica Sole Urrutia, directora nutricional de Advanced Nutrition Programme.
Este tipo de rayos tienen mayor incidencia sobre las capas más profundas de la piel, pudiendo desencadenar la aparición de manchas y arrugas. Para frenar su efecto, se recomienda usar cosméticos con cacao teobroma, luteína, oliva o vitamina B7.
Aunque la melanina ayuda a defendernos de estos efectos, no es suficiente. Así pues, ¡no nos vamos a cansar de decirte que el protector solar debe ser siempre tu mejor aliado! A la hora de comprar uno, fíjate bien en sus indicaciones: ¿de qué tipo de rayos nos protege?
Lo más aconsejable es reaplicarlo cada dos horas, aproximadamente. Tras la exposición solar, se recomienda optar por usar productos antioxidantes, con vitamina C, vitamina E o niacinamida, por ejemplo, ya que con ello evitamos "el estrés oxidativo producido por las cadenas de radicales libres", afirma Ana Yuste, asesora facial de Pure Niche Lab.