ChatGPT
El CEO de OpenAI (los creadores de ChatGPT) es uno de los promotores de Worldcoin, un proyecto que aspira a "distinguir humanos de la Inteligencia Artificial", sin que ofrezca mayores garantías sobre su uso.
La ciencia ficción ya lo adelantó. Los replicantes de Bladerunner, la celebérrima pieza cinematográfica de Ridley Scott, lanzada a los cines en el año 1982, eran identificados y diferenciados de los humanos por este sistema: el escaneo del ojo o biometría. El film comienza con Harrison Ford -en el papel de Rick Deckard- tratando de averiguar si la mujer que interrogaba era humana o un cyborg. Eso es exactamente lo que aspira a hacer el proyecto Worldcoin, dirigidos por Alex Blania y el CEO de OpenAI, Sam Altman, uno de los creadores de ChatGPT, la inteligencia artificial que ha puesto en jaque al mundo sobre las imprevisibles consecuencias de este avanzado modelo tecnológico, que supera las capacidades del ser humano.
El propósito de esta nueva criatura es tener registrado nuestro iris para "distinguir a los humanos de la Inteligencia Artificial", tal y como anunciaron por carta en su lanzamiento. El mensaje que suena bien, pero sobre su uso ronda la sombra de la opacidad, por lo que la mejor forma de conseguir voluntarios es a través de ofrecer dinero o, mejor dicho, su equivalente en el mundo digital, las criptomonedas. Como Worldcoin tiene su espejo en 'tokens' (el dinero del mundo cripto), se ha convertido en un reclamo, especialmente para jóvenes. Los puntos de captación son llamados Orb, y en España hay 25. Los comerciales ofrecen diez Worldcoin por mapear un ojo.
Ya son 400.000 los españoles que han sucumbido a la tentación. En el momento de redactar este artículo, Worldcoin cotiza en la plataforma bróker Binance a 2,55 euros y su tendencia es alcista, aunque su pico máximo lo alcanzó en diciembre, llegando a valer 3,86 euros. Pero pocos saben que las criptomonedas de referencia son Bitcoin y Ethereum, ya de por sí muy volátiles, y que el resto, contadas ya por miles, son comparsas que pueden pasar del todo a la nada en un día. Así que, para hacerlo más suculento, después de recibir los diez 'Wordlcoins', al día siguiente se cobran tres más y luego cada dos semanas otros tres durante un año.
"La economía mundial pertenece a todos", reza un cartel de un punto Orb en el centro comercial Vialia de Málaga. Estas navidades son muchos los que han no han resistido el reclamo. Todavía hay quienes se acercan a poner su ojo. Un aparato redondo y plateado, con aspecto de globo ocular es el que hace el mapeo del iris del "cliente". Cada ojo es único, como las huellas dactilares, un código identificativo biológico.
Los creadores de este proyecto -que no empresa- afirman que la aspiración es de servicio público y democrático, donde los voluntarios son a la vez dueños del mismo. Pero, ¿quién lo puede asegurar? "El patrón del ojo no se puede cambiar, y si es utilizado para algún propósito no confesado, estaríamos indefensos", afirma Vicente Ortiz, un abogado experto en el mundo cripto. “Podrían usarlo para otros fines, pero no lo aclaran, por lo que no lo recomiendo", sentencia.
Desde Worldcoin se defienden desde su web: "Las personas no están obligadas a compartir su nombre, número de teléfono, dirección de correo electrónico o domicilio. Las imágenes recopiladas por Orb se utilizan para generar un código de iris único. De forma predeterminada, estas imágenes se eliminan inmediatamente una vez que se crea el código de iris, a menos que el usuario opte por la custodia de datos. Optar por la custodia de datos disminuirá la probabilidad y la frecuencia de que el usuario necesite volver a verificar su ID a medida que cambien los algoritmos del código de iris". Desde la Fundación Worldcoin se reafirman en que "no venden ni venderán nunca los datos personales de nadie, incluidos los datos biométricos".
Por lo pronto, en varios países se han prohibido o restringido su comercialización. En países como Alemania, Kenia o Argentina se está investigando y ya no operan en Francia, Brasil e India. La polémica es aún más agria desde que la revista 'MIT Technology Review' publicó una investigación donde que destacaba que el proyecto había recopilado datos sensibles de personas vulnerables en países del tercer mundo. Todo a cambio de dinero y sin ofrecer información.