Coronavirus
Un restaurante de Sevilla que iba a cerrar por la crisis del coronavirus y las restricciones al sector hostelero ha decidido seguir abierto sólo con un fin solidario entre semana, ya que de lunes a jueves dará de comer gratuita y diariamente a 15 personas elegidas por hermandades de la ciudad.
El escenario es el Charlatán, ubicado en el céntrico barrio del Arenal, y su propietario, Jaime Rodríguez de Moya, explica que la iniciativa ha comenzado este lunes con personas en dificultades cuya llegada ha sido gestionada por La Redención, en la que su hermano Jesús es diputado de Caridad.
Este restaurante, que iba a cerrar por la crisis del coronavirus y las restricciones al sector hostelero ha decidido seguir abierto sólo con un fin solidario entre semana, ya que de lunes a jueves dará de comer gratuita y diariamente a quince personas elegidas por hermandades de la ciudad. La iniciativa va dirigida a personas en dificultades cuya llegada ha sido gestionada por La Redención, en la que su hermano Jesús es diputado de Caridad.
Este martes ha sido la cofradía de Los Estudiantes quien ha llevado allí a otras quince personas, el miércoles lo hará El Baratillo y el jueves, la Quinta Angustia, de modo que cada hermandad colaborará el mismo día de la semana en que sale en procesión en Semana Santa.
"No me gustan los negocios cerrados"
“La acogida ha sido espectacular y ya tengo solicitudes para meses, aunque ojalá no sea así. Significaría que hemos podido abrir de nuevo”, explica Rodríguez de Moya, que hace una semana veía el establecimiento abocado al cierre tras superar a duras penas la primera ola de la pandemia.
“Estábamos en un momento dulce, llevábamos cuatro años y estábamos creciendo. La primera ola supuso el cierre total. Abrimos septiembre y hemos defendido puestos de trabajo y números, pero las últimas restricciones hacen imposible el rendimiento de cualquier negocio de hostelería”, ha lamentado.
Cuando la Junta de Andalucía fijó el cierre en las seis de la tarde, Rodríguez de Moya comprobó que las cuentas no salían “de ninguna manera” y convocó una reunión con los cuatro trabajadores que permanecían en nómina, uno de ellos en un ERTE, después de verse obligado a despedir a los cuatro con menos antigüedad.
“Íbamos a cerrar todos los mediodías entre semana, pero no me gustan los negocios cerrados y no me gustaba lo que iba a comunicar. Parado en un semáforo pensé que, para tenerlo cerrado, lo cerraba pero para dar de comer a gente que lo necesita”, recuerda.