Galicia
Damodar y Emilia tratan de continuar con su vida aquí, en España, con el nuevo nacimiento de su segunda hija, en el segundo aniversario de la guerra en Ucrania.
La guerra había estallado una semana antes. Rusia bombardeaba el este del Donbás y su lucha por hacerse con Ucrania se aceleraba. Ataques con misiles en las grandes ciudades ucranianas de Kiev y Járkov, irrupción en Jersón y bloqueo de Mariúpol, puerto estratégico a lo que siguió un ataque a la mayor central nuclear de Europa, Zaporiyia, y Chernobil. En ese momento estábamos, viviendo con estupor lo que sucedía a no tantos kilómetros de nuestra casa, cuando recibimos una llamada del ayuntamiento pontevedrés de Lalín.
Organizaban el primer autobús con destino a Polonia para acoger a 48 personas del millón y medio que, en ese momento, abandonaban Ucrania por la frontera occidental. No lo dudamos. Ahí teníamos que estar para ver con nuestros ojos e informar para Antena3Noticias de lo que sucedía en una frontera colapsada por miles de seres humanos que huían de la guerra sin nada más que lo puesto.
Salimos un martes, 8 de marzo. Por delante nos quedaban más de 3.000 km y 44 horas de viaje. Cargados con 7.500 kg material humanitario -además de micrófono y cámara- emprendimos camino. El jueves, 10 de marzo, de madrugada, a ocho grados bajo, cero llegábamos a la localidad polaca de Nova Savernyza y no fue hasta la mañana del viernes cuando conocimos a los primeros refugiados que viajarían con nosotros de vuelta a España.
Poco importó la dificultad del idioma para entendernos. Esa comunicación no verbal hablaba por sí sola. Rostros de tristeza, de cansancio, de temor ante lo desconocido y de esperanza ante lo que está por venir. Y esa mirada llena de ternura de los más pequeños, de niños que no saben qué sucede, pero sienten, sufren y también, sonríen al más mínimo estímulo de cercanía. Algunos, también juegan, ajenos a la realidad. Sus padres comienzan a cargar los pocos enseres que se han llevado consigo en el autocar, algunos salieron de casa sin tiempo a llevarse poco más que miedo y recuerdos. Caminaron durante horas y días hasta llegar a la frontera bajo temperaturas gélidas. Algunas mochilas se quedaron en el camino.
Entre ellos viajaban también una pareja Damodar y Emilia embarazada de nueve meses. Al joven el estallido de la guerra le coincidió trabajando en Cracovia. De forma inmediata ambos acordaron que Emilia saldría a la frontera polaca donde él la esperaría y huirían juntos. Sin tiempo para más reflexión pondrían en marcha el plan. Lo prioritario era que su primera hija naciera en un lugar en paz.
Y allí estaban. Ella con dificultades de movimiento y a punto de salir de cuentas se enfrentaba, junto con el resto de sus compatriotas, a un viaje largo e intenso a lo desconocido. A un país ignoto, con una lengua que no entienden, una cultura diferente. Lejos de los suyos, lejos de la familia, los amigos, las raíces. El regreso a Galicia fue intenso. En ruta del tirón, otras 44 horas de asfalto, de incertidumbre, menos emoción y muchas emociones. De sentimientos entrecruzados. En un albergue en Alemania una parada para recargar fuerzas y Emilia se debilita. Lo que iba a ser un descanso rápido se prolonga unas horas más. Las autoridades consideran que por la salud de la mujer embarazada y previendo esa próxima maternidad debía quedarse en el país germano. Los jóvenes titubean, se abrazan, y una vez más deciden. Seguirán ruta a España.
Arati, nació una semana después de llegar sus padres a Galicia. Quisieron dar ese nombre a su primera hija como homenaje a la celebración del Arati, una de las ceremonias hinduistas más conocidas que simboliza el paso de la oscuridad a la luz.
Shakti, hermana de Arati, se ha adelantado un mes a su fecha prevista de nacimiento. Ha llegado a este mundo sana y fuerte el 24 de febrero de 2024. El destino se ha empeñado en que naciese justo en esa fecha, la que daría inicio al estallido de la guerra en Ucrania dos años antes. Su nombre significa energía y en el hinduismo hace referencia a la fuerza divina femenina de la creación y la transformación.
Dos años después la guerra continúa en Ucrania. Y hoy ascienden a casi siete millones el número de refugiados ucranianos registrados en diferentes países de Europa.
Arati y Shakti son dos niñas gallegas y ucranianas. Dos años después sus padres todavía no han conseguido instalarse definitivamente. Les gustaría firmar un contrato laboral para poder acceder a una vivienda. Para poder llevar una vida donde sus hijas disfruten de la normalidad, de la paz.
Son hinduistas, profesores de yoga y meditación, pero dedicarse a lo suyo no es fácil lejos de su país. En Jarkov, donde residían, Emilia y Damodar tenían su clientela, el negocio funcionaba. En España se encuentran con barreras difíciles de cruzar pero no desisten. Ellos se han hecho fuertes en la toma de decisiones difíciles, en su perseverancia y resiliencia.
De los cuarenta y ocho ucranianos que viajaron con nosotros en aquel autobús en Lalín ya sólo quedan Damodar y Emilia. Ahora también sus hijas. El resto han buscado mejor suerte en otros lugares de nuestro país y la mayoría han regresado a Ucrania, pese a la guerra, pese al horror.
La actualidad no augura tiempos tranquilos. Desde Europa se pide un "despertar urgente" en materia de Defensa de los estados miembros. Se ha puesto sobre la mesa la compra de más armas utilizando los intereses rusos congelados. Todo parece indicar que esta guerra sólo ha tenido una fecha de inicio, continúa y podría extenderse "no es inminente", ha afirmado la presidenta de la comisión europea, Ursula Von Der Leyen, pero "no es imposible", ha añadido.
La luz de Arati y la energía de Shakti, así como el poder transformador de las nuevas generaciones, serán clave para el futuro de una familia -de tantas- que sólo buscan paz ante tanto ruido.
Síguenos en nuestro canal de WhatsApp y no te pierdas la última hora y toda la actualidad de antena3noticias.com