Barajas
Techos que se caen, grietas en las paredes, y humedades por todas partes, estos son algunos de los problemas que sufren algunas vecinos del barrio madrileño de Barajas.
Los vecinos del bloque número 335 de la calle Garganchón, en Barajas, Madrid, llevan años viendo cómo crecen las grietas en sus casas. "Tapando una salían siete", nos cuenta Sixto. Él y su mujer, Aurelia, llevan cincuenta años viviendo aquí, y más de treinta denunciando el mal estado del edificio: "Yo cuando vine aquí ya estaba un arquitecto controlando el edificio".
A las rajas en todas las paredes y techos se suman las humedades y otros desperfectos como los azulejos de su cocina, que están totalmente abombados, por lo que temen que se les caiga encima la pared cualquier día mientras preparan la comida. También sufren por las puertas: "se cierran todas solas, porque el bloque tiene movimiento", y las ventanas, que no encajan.
Lo mismo sucede en casa de Cristina, donde las han precintado con cinta aislante para impedir la entrada del frío: "Cuando viene el aire del norte nos deja tiesos". Esta vecina ha llegado a pagar 398 euros de factura de gas por el mal aislamiento del bloque, pero a pesar de la disparada factura dice que no logra calentar su casa en invierno.
La peor parte se la llevan los pisos del bajo
En casa de Daiana han tenido que colocar pladur en la pared de la cocina para que no se les caiga encima: "El piso se está hundiendo poco a poco. Cada cierto tiempo tenemos que resanar". El plato de la ducha está completamente destrozado, el movimiento del suelo lo ha partido en cachos: “tenemos mucho miedo. Yo tengo una hermana pequeña, y esto es preocupante".
¿Cuál es el origen del problema?
Los problemas, nos aseguran, se deben a que la construcción no tiene cimientos y a que el terreno sobre el que se construyó es de arenas expansivas, por lo que cada vez que cambia el tiempo el edificio sufre.
El bloque lleva años declarado en ruinas, y los vecinos nos cuentan que desde el Ayuntamiento les han dicho que la mejor opción es derruirlo, porque en las condiciones en las que se encuentra arreglarlo supondría el doble de dinero que tirarlo abajo.
Sin embargo, no hay fecha para la demolición, ni una alternativa de vivienda para las doce familias que viven en él, así que mientras tanto no les queda más remedio que seguir malviviendo en un edificio que se cae a pedazos.