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Paternidad

¿Ser o no ser padres? Esa es la cuestión

Los momentos en los que se debe hablar de la paternidad en la pareja, qué sucede si no hay acuerdo, si sí lo hay o si los miembros de la pareja ya tienen hijos.

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Podemos pensar que cuando nos enamoramos de alguien y somos correspondidos ya hemos conseguido lo más difícil: encontrar ese ser tan especial que nos acompañará el resto de nuestra vida. Pero, queridos lectores… deberíamos conocer algunos aspectos de nuestra pareja, de sus opiniones y objetivos de futuro, proyectos básicos para que la relación funcione y sea estable en el tiempo.

Por ejemplo, un aspecto fundamental cuando dos personas se enamoran es saber si ambos desean ser padres. Esta pregunta debe hacerse al comienzo de la relación, cuando ambos ven que la misma tiene proyección, ya que, si uno quiere y el otro no, este hecho va a ser seguro motivo de disputae incluso ruptura en el futuro.

¿Qué puede pasar cuando uno quiere y el otro no?

A veces, aun sabiendo que nuestra pareja no quiere tener hijos, seguimos con la relación porque pensamos que con nuestro amor vamos a convencerle o que con la edad cambiará de idea, ya que culturalmente parece que lo natural es “unirse en pareja para formar una familia”. Esto es un error porque:

  • Las personas que desde jóvenes deciden no tener hijos responden a una necesidad intrínseca de deseo, con lo cual es muy difícil que cambien su opinión
  • Si la opinión viene del varón, puede que a lo largo del tiempo ceda por hacer feliz a su pareja o familia, o porque se ve en otra etapa de su vida, más adulto y maduro, capaz ya de ser padre. Por el contrario, si es de la mujer, es bastante difícil que cambie de opinión y que desee ser madre. En la misma dirección, una mujer que tiene deseo de ser madre lo va a convertir en una prioridad en su vida, incluso poniendo en riesgo la relación. Es algo que antepone al resto de sus deseos u objetivos de vida.

¿Y cuando ambos quieren?

Aunque a priori pensemos que este caso es el ideal para que la pareja se mantenga en el tiempo, puede que también este deseo ponga en peligro la relación, especialmente cuando hay dificultades para conseguir el embarazo y la pareja empieza a encadenar tratamientos de fertilidad. En multitud de ocasiones, después de pasar por varios tratamientos de fertilidad, e incluso conseguido el hijo, la pareja se separa. Esto se debe a que, normalmente, el hombre se siente de alguna manera utilizado perdiendo el interés sexual por la mecanización del acto a lo largo de los meses/años, también porque ve el sufrimiento y a la vez obsesión de la mujer por conseguir quedarse embarazada y le da la impresión de que la relación se mantiene por el sólo hecho de querer ser padres. Esto lleva a un hartazgo donde se cuela muy fácilmente la infidelidad.

Y aun cuando el niño deseado viene de manera natural, se producen cambios en la pareja. En general las parejas los perciben como positivos, ya que se enriquece la relación con más confianza, complicidad y comprensión y el bebé crea en los padres un vínculo más fuerte de amor. Pero también hay que gestionar aspectos negativos como preocupaciones o temores en relación con la salud y crianza del bebé, sentimientos de gran responsabilidad y un cansancio físico que hace que disminuya también su vida sexual, su intimidad.

¿Y si los hijos los aporta la pareja?

Este es un caso bastante frecuente en nuestros días y estos hijos, ¿pueden ser un obstáculo para que la relación fluya y se convierta en una relación estable? Esto dependerá de varias variables como por ejemplo:

  • No es lo mismo niños pequeños que hijos adultos o adolescentes/mayores y no es lo mismo que sólo un miembro de la pareja aporte hijos o lo aporten los dos. Normalmente cuando se conjugan las variables de sólo un miembro de la pareja aporta niños y estos son pequeños es cuando pueden surgir problemas
  • Este tipo de parejas deben tener un extra de paciencia, de comprensión y generosidad. Por parte del que aporta los niños, debe construir de nuevo su vida con cabida para sus hijos y su nueva pareja y dedicar tiempo a ambos, y por parte de la pareja, comprender que el otro tiene una responsabilidad que debe cumplir, que puede ser su apoyo, pero no la autoridad, que no lo tiene en exclusividad. Pero si ambos juegan bien su papel pueden llegar a ser una de las parejas con más estabilidad en el tiempo.

Podemos concluir que, a nivel individual, la llegada de un hijo es un momento trascendental en el ser humano, un momento de inflexión, donde la vida de esa persona va a cambiar en general y a todos los niveles, un cambio que le acompañará el resto de su vida. Con lo cual es una decisión que se debe pensar bien, asumir y respetar.

Alicia López Losantos es psicóloga y socióloga

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