Violencia de género
Rocío, víctima de violencia de género, acababa de salir de una relación tóxica "en la que siempre me habían tratado con desprecio, como un maltrato psicológico", dice. Así que cuando conoció al chico con el que compartiría parte de su vida después, ella se sintió "como en el cielo" porque al principio todo eran detalles, buenas palabras y amabilidad. "Yo no estaba acostumbrada a que estuvieran pendientes de mí, eso me encantó", continúa, y define cómo era su pareja en esos primeros meses: "Era una persona muy pendiente, era una persona súper amable".
Semanas después empezó a notar un control excesivo. "Me preguntaba que qué estaba haciendo, controlándome hasta el tiempo", y ese control fue aumentando hasta ser extremo: "Me miraba el teléfono, me revisaba todo. Sobre todo quién me seguía, quién me dejaba de seguir". Fue más allá del teléfono, "conforme pasó el tiempo quiso estar más horas conmigo. Se hizo una copia de mis llaves del coche, ya era un control hasta del coche", explica.
El control y los celos dieron paso a la violencia física, "del estirón de pelo va el empujón, del empujón va el guantazo…". Tras las agresiones llegaba el perdón y ese maltrato fue incrementando de manera progresiva: "Al principio lo vas perdonando porque obviamente no te dan una paliza desde un principio. Hay una progresión en la intensidad de todo". Por eso, cuenta Rocío, aguantó muchos meses en esta situación.
Un día salió a un bar sin que él lo supiera y se lo encontró, ese día recibió el último golpe: "Me encierra en el baño y me pega. Ahí es cuando dije: ya no puede ser. Ya no puedo más". Del bar, se fue a la comisaría: "De ahí me fui a la Guardia Civil con el puñetazo que me había dado en la frente". Tardó horas en denunciar, no se atrevía. Rocío temía que nadie la creyese y se sentía muy sola. Él también la alejó de su entorno y "en ese momento ya estaba muy alejada de todo el mundo, no tenía apenas relación con mi familia". "Fue súper difícil y no sabía a quien acudir", afirma.
Además de la soledad, tenía un sentimiento de culpabilidad: "Era yo la que se supone que tenía unos estudios, la que debería haberme dado cuenta, como que me cargaron mucha culpa a mí". Aún así, reunió fuerzas para contarlo y, gracias a la ayuda profesional, salió adelante. "A mí me ayudó mucho Cruz Roja, es un apoyo más cercano, más humano y son personas que lo han pasado", manifiesta.
Rocío quiere aprovechar esta entrevista para recalcar la importancia de la educación en los colegios pero también en casa. "El entorno familiar hace mucho, en la escuela hacemos mucho, pero si te vas a casa y tienes un entorno desfavorable, vienes al día siguiente como si fuera un día nuevo", concluye. Y no se olvida de las mujeres que pueden estar pasando lo mismo que ella pasó hace años. Por eso quiere recordar "que tienen que buscar ayuda, que si no quieren contárselo a sus padres o a amigas cercanas, que sea a gente desconocida. Yo estoy dispuesta a ayudar a quien sea que venga porque yo también estuve muy sola".
Ella, precisamente ahora que ha rehecho su vida, ayuda a otras chicas víctimas de violencia de género. "Hay gente que estamos detrás, que intentamos ayudar y que estamos ahí", concluye.