OCURRE CON MUCHA FRECUENCIA
Sevilla, en el año 2000 o Platja d'Aro, en Girona, el pasado verano, son otros de los ejemplos de cómo reaccionamos cuando la confusión y la alerta se contagian con facilidad en grandes aglomeraciones. Los expertos recomiendan calma, buscar un lugar seguro donde esperar y evitar carreras.
Semana Santa del año 2.000, en Sevilla; durante su noche más larga, 700.000 personas se aglomeraban en sus calles. Y de repente se desató el pánico: Carreras, sillas rotas, vallas destrozadas. Hubo 53 heridos. Todo empezó por una broma, por el ruido de un disparo que formaba parte de un juego de rol.
Aquella noche, Sevilla aprendió una lección, y la puso en práctica 15 años después cuando volvió a cundir el pánico el jueves santo. En esta ocasión, una madre había perdido a su hijo, al final lo encontró, y el comportamiento de la gente fue ejemplar.
Hay más casos. Lo vimos en la estación de metro de la Sagrera, en Barcelona, un individuo alterado provocó una estampida. La gente malinterpreto los gritos creyendo que se trataba de un terrorista. Salieron en masa pero ordenadamente por las zonas de salida.
Hace unos meses, la cosa no acabó bien en Platja d'Aro Cinco monitoras de hotel decidieron montar un juego en pleno paseo marítimo. Un Flash Mob que se les fue de las manos y que los turistas confundieron con un supuesto atentado. Varias personas resultaron heridas y emergencias recibió numerosas llamadas que afirmaban que se estaba produciendo un tiroteo.