BUSCAN QUE EL NIÑO ABRA LA PUERTA A LA IMAGINACIÓN
Estos payasos nunca preguntan "cómo están ustedes" ni su objetivo es arrancar sonrisas, pero cuando entran en la habitación de un niño hospitalizado puede pasar cualquier cosa, incluso que el entorno se transforme gracias a la música o las pompas de jabón y que el pequeño se olvide del dolor.
Son los payasos de hospital, una profesión creada en 1986 en Nueva York (EEUU) y que en España tiene entre sus pioneros a PayaSOSpital, una asociación sin ánimo de lucro valenciana que acaba de cumplir 18 años de actividad y es ya una referencia al haber formado a grupos de otras comunidades, como en Cataluña y Castilla y León. Su fundador y director es Sergio Claramunt, quien con 24 años de profesión a sus espaldas explica que es el payaso de hospital español con más experiencia y que dio sus primeros pasos en este oficio en Francia -donde completó sus estudios teatrales- de la mano de 'Le Rire Médecin' (La risa médica).
La misión del payaso de hospital, señala, es "intentar desdramatizar el entorno hospitalario" del niño o adolescente ingresado, que "se olvide de que está enfermo, de que está en un hospital, de que tiene dolor" y vea que a pesar de todo puede "seguir siendo un niño", jugar y reírse.
"No estamos allí para consolar, no somos el psicólogo", destaca Claramunt, quien insiste en que no buscan la risa, que "a veces es contraproducente", sino que el niño "abra la ventana de la imaginación" y sepa que cuando estos personajes fantásticos aparecen a su lado puede suceder "cualquier cosa". PayaSOSpital cuenta con dieciocho payasos (han llegado a ser treinta) que visitan en dúo los servicios pediátricos de los principales hospitales públicos de la Comunidad Valenciana, desde las habitaciones a la sala de neonatos o la UCI, armados con instrumentos, marionetas, cuentos o pompas de jabón.
"Somos el payaso que no pregunta '¿cómo están ustedes?' (parafraseando el lema que popularizó Gaby) porque eso no se puede decir en un hospital. Empezamos con un 'toc, toc, ¿se puede pasar?'", y a partir de ese momento el niño "es el que manda", quien decide "si pasamos o no" y el que en algunos casos "te dice lo que tienes que hacer, solo hay que escucharlo", asegura.
Claramunt considera que son "maestros de la improvisación" y destaca que disponen de muchos recursos artísticos, de manera que lo mismo pueden cantar bajito una canción ante una incubadora que "montar una gran fiesta" en una habitación, según lo que el niño "necesite en ese momento". Reivindica además la importancia de la música, un recurso "fundamental" para todas las edades, que permite también conectar con niños de otras culturas o con disfunciones cerebrales, para lo que tienen un amplio repertorio de canciones: animadas, tranquilas, de amor, folclóricas o en varios idiomas, "incluso en africano".
En estrecha colaboración con los equipos sanitarios de los hospitales, y con premisas como "tienes que implicarte, pero no sobreimplicarte", estos payasos desarrollan una labor que consigue que "bajen las quejas" de las familias, se reduzca el número de analgésicos o se acelere la recuperación de un niño tras una operación. Claramunt defiende que ser payaso es, "aparte de un insulto, un oficio, y no todo el mundo puede serlo", que en este caso requiere de formación específica (artística, hospitalaria y psicológica) y además hace tener "los pies en el suelo" y descubrir que "no puedes desperdiciar la vida" cuando ves apagarse la de algunos niños.
Debajo de la nariz roja de personajes como el "Dotor" Max Recetax, el Doctor Ambulancio o la enfermera Mina Mercromina late el corazón de una asociación que hace poco tuvo que reinventarse para no desaparecer por la falta de ayudas públicas y que ha alcanzado la mayoría de edad tras atender a más de 242.000 niños.