DEBIDO A LA SEQUÍA
Los meses de junio y julio han tenido las temperaturas más altas de los últimos años. Según los informes, hacía años que no soportabamos un verano tan caluroso, y las consecuencias no tardan en aparecer: el nivel de los embalses se ha reducido más de lo normal, lo que repercute en la agricultura, donde ya comienzan a verse los primeros daños.
El embalse de Amadorio, en Alicante apenas tiene agua, que mezclada con el lodo, la hace inservible para su consumo. Un año antes, este embalse estaba al 20% de su capacidad, pero las altas temperaturas y la escasez de lluvias han hecho que los niveles desciendan drásticamente.
Las condiciones climatológicas están situando algunas de las 1300 presas de nuestro país en niveles críticos, sobre todo en la zona del sureste de España.
El embalse de Loriguilla, en Valencia, que abastece a la ciudad, cuenta tan sólo con un cuarto de agua embalsada, debido a la fuerte sequía que ha sido declarada en la Confederación Hidrográfica del Júcar y la del Segura, que se encuentran al 50% y al 41% respectivamente de su capacidad.
Estos datos se repiten también en la Comunidad de Madrid, donde el embalse del Atazar, el más grande de la comunidad, sí tiene reservas de agua, pero no ocurre lo mismo en la Cuenca Hidrográfica del Tajo, a la que pertenece, que se encuentra al 56%, 10 puntos menos que en la misma semana del año anterior.
Esta fuerte sequía en cuencas y embalses obliga a los agricultores a extraer el agua de manera alternativa, por ello han tenido que recurrir al uso de aguas subterráneas o procedentes de desalinizadoras, para poder seguir regando sus cultivos.