Salud mental
Algunos vecinos han tenido que marcharse tras asegurar que "sentían miedo". Otros han llegado a temer por su vida.
Juana, su hijo Pablo Miguel o Soledad son sólo algunos de los tres vecinos de un bloque de viviendas en Arucas, en Gran Canaria, que afirman estar viviendo atemorizados. La causa: las continuas amenazas y agresiones físicas y materiales que sufren por parte de una vecina del mismo bloque.
Tal es el temor de estos vecinos que incluso han puesto cámaras en el rellano para poder probar los hechos. Su vecina –tal y como se puede ver en los vídeos que los propios vecinos han grabado y nos han cedido- les lanza cubos con excrementos a las puertas, otras veces les echa lejía y otra serie de productos corrosivos.
Juana nos cuenta que lleva toda la vida viviendo en el barrio y que “se ha tenido que marchar porque tiene miedo”. A ella incluso le llegó a acuchillar la puerta de su domicilio.
Su hijo Pablo Miguel, corrobora que su madre “tuvo que abandonar su casa y ahora vive con su tía”. Él también siente “miedo. Estoy dormido y me despierto y parece que la tengo al lado”. “Así no se puede vivir”.
Soledad también teme por su vida. Dice que esta vecina la ha incluso agredido físicamente en la calle. Los vecinos denuncian públicamente que llevan así 4 años y no entienden, lo que consideran, inacción de las fuerzas de orden público. A la par que temerosos, los vecinos son conscientes de que esta mujer necesita ayuda y piden que se le trate. Pero el problema es más grave y de mayor enjundia.
Cuando la química falla a la física cerebral
Daniel es uno de los hijos de esta vecina que atemoriza al resto. Con él hablamos fuera de los micrófonos. Está desorientado, afectado y se siente acosado por los vecinos. Daniel cuenta que ya ha ido varias veces a diferentes organismos públicos a pedir ayuda. Los vecinos le piden que por favor tome medidas para que cesen estos comportamientos por parte de su madre, pero la impotencia le embarga.
Daniel tiene otros tres hermanos más. Una hermana y dos hermanos menores. Todos conviven con su madre está diagnosticada con un trastorno mental para el que tiene pautada una medicación, pero, en los últimos meses, se la ha dejado de tomar, lo que ha conllevado, junto a otros factores, los brotes que a su vez derivan en los comportamientos agresivos.
Desde el ayuntamiento de Arucas nos confirman que a esta familia se le está atendiendo desde hace años a través de un programa de familia y menor para intentar dar solución al problema individual, y por ende, al vecinal. Los responsables de servicios sociales ya han enviado la documentación pertinente tanto al centro de salud como a los juzgados. El protocolo marca que la mujer debería ser derivada a un centro sanitario para poder estabilizarla, a través de la medicación, y comenzar a trabajar con ella, pero de momento eso no es posible. Es necesario una orden judicial para poder entrar al domicilio y que la mujer pueda ser derivada al centro hospitalario para su tratamiento, ya que de forma voluntaria, de momento, y según fuentes del consistorio, la familia no da autorización para entrar en el domicilio.
La salud mental: la base de la convivencia
En el Archipiélago canario, según los últimos datos de la Consejería de Sanidad, una de cada cuatro citas concertadas por los pacientes en los centros de salud son por trastornos mentales y de ellas, sólo el 5% son derivadas al especialista en psiquiatría para su evaluación.
Como la madre de Daniel, los especialistas en psiquiatría calculan que entre un 15- y un 20% de personas están diagnosticadas con un trastorno mental en Canarias. El problema viene cuando se les pauta el tratamiento. En el caso de los fármacos antipsicóticos, aproximadamente la mitad abandonan el tratamiento. Si nos referimos a antidepresivos y ansiolíticos, un tercio.
Los psiquiatras insisten en la importancia de no interrumpir nunca- sin la supervisión médica- un tratamiento en curso con benzodiacepinas, antidepresivos, u otros medicamentos psicotrópicos. La interrupción de una medicación pautada para tratar un trastorno o un déficit de determinadas sustancias esenciales para que las células cerebrales y el sistema nervioso funcione correctamente, puede derivar en una recaída o lo que es peor, un empeoramiento de la patología a tratar.