Violencia de género
Montse ha sobrevivido a años de maltrato, pidió ayuda al Centro de la Mujer en Sevilla, le denunció, estuvo años viviendo en una casa de acogida con sus hijos y ahora ha rehecho su vida. Hoy nos cuenta su historia para ayudar a otras mujeres que están sufriendo violencia de género.
Montse nos recibe a media mañana en Sevilla. Lleva una camiseta negra con un corazón rosa y en ella leemos un mensaje rotundo. La palabra víctimas, tachada, la palabra supervivientes clara, directa y destacada. Así se siente ella: superviviente de la violencia de género. Y así nos lo cuenta en esta entrevista. "Yo no mandaba, todo era lo que él quisiera, cuando él quisiera y a la hora que él quisiera", es lo primero que nos dice al preguntarle por su historia. Enseguida empieza a recordar cómo fueron los inicios de un infierno que la tuvo atada años. La primera vez que vio violencia en él estaba en casa de sus padres, "yo ahí tendría que haber cogido y haber dicho cuando llegué a mi casa: me voy", pero no lo hizo. Y hay un motivo, o varios. "Estaba embarazada, también por mis padres porque pensaba: ¿otra vez les voy a fallar?".
A Montse, nos dice, su agresor ya le había dado "un guantazo". Poco a poco cuenta que fueron llegando los golpes, "lo peor fue cuando me puso un cuchillo y me dijo que no salía con los pies por delante. Y las patadas, tenerme tres días encerrada...", la lista es larga. Dice que lo suyo fue maltrato "físico y psicológico" y todo esto le llevó a la mentira. Mintió a su familia para protegerla. "No quería que mi padre supiera, siempre me amenazaba con mis hermanos", explica. Montse consiguió reunir fuerzas y se fue de casa, él volvió, ella creyó que había cambiado y le dejó volver, "hacía el desayuno, le hacía la cena a los niños cuando eso nunca lo había hecho", ejemplifica. Pronto se dio cuenta de que no era así, "fue a peor", añade, pero él ya estaba dentro de la casa de nuevo.
Las agresiones, recuerda, siguieron, habla de muchos episodios de terror hasta que un día estalló. Se fue al Centro de la Mujer, de ahí al centro de salud y le contó a su médico lo que estaba viviendo. "Y el maltratador en la puerta", concluye. Le ayudaron y se fue a una casa de acogida, lejos, con sus tres hijos, estuvo años sin saber nada de su familia, ni su familia de ella. "Lo primero que piensas es a dónde vas, tienes miedos, te crees que te va a encontrar", asegura. Pero siguió adelante y le denunció, "aunque sea el padre de mis hijos, me ha maltratado, me ha pegado, me ha insultado, me ha violado", insiste.
"Aunque sea el padre de mis hijos, me ha maltratado, me ha insultado, me ha violado".
Fue entonces cuando se liberó y hoy le lanza un mensaje a otras mujeres que están pasando por una situación parecida a la suya: "Que no tengan miedo". Todo esto nos lo cuenta desde la Fundación Ana Bella. Su fundadora se une a la conversación, "la mayoría de las mujeres maltratadas son invisibles, muchas tampoco saben que están siendo maltratadas", expone. Hablamos con ella y hace también hincapié en la importancia de la denuncia, "es lo más importante para la protección". Lleva años luchando contra la violencia de género y ayudando a otras mujeres. Ella mejor que nadie sabe que hay muchas barreras pero que con el paso del tiempo se están rompiendo. "Hay muchas vías para denunciar", insiste. Y también son muchas las personas para ayudar.
Ana Bella recalca la importancia de ver más allá de los golpes porque "el maltrato no viene de frente porque sino nadie estaría siendo maltratada", es gradual. Por eso es fundamental cortar a la primera. Y aquí, la ayuda del entorno también es crucial.
Los últimos datos recogidos por el Observatorio de Violencia Doméstica y de Género dependiente del Consejo General del Poder Judicial arrojan un amento de las denuncias por violencia de género por parte de las víctimas.
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