NECESITAN TRABAJAR PARA MANTENERSE
Abder llegó a España en los bajos de un camión desde Marruecos. "Arriesgué mi vida. Entré yo y otros dos amigos más", explica cuando comenta cómo vino con 15 años y sin que sus padres lo supieran. Ahora, con 23, ya está fuera del centro donde lo tutelaron y su objetivo es buscarse "un futuro mejor y ayudar un poco a la familia".
Al cumplir los 18 años, tienen que irse de centros de los centros de menores. Solo el año pasado salieron 3.000 jóvenes y otros 1.000 que estaban con familias de acogida tuvieron que emanciparse. Como adultos, todo se les complica. Están solos, muchos sin permiso de residencia y con el riesgo de sufrir exclusión social. De hecho, muchas veces tienen que romper sus procesos académicos porque se tienen que poner a trabajar para poder seguir adelante, lo que les impide acceder a educación superior y facilita que se les estigmatice.
"Me siento respaldados por ellos
Por eso, la Fundación Amigo les ofrece irse pisos de emancipación donde, por ejemplo, Diop ha aprendido a desenvolverse: "Me han enseñado a cocinar, que yo cuando salí del centro no sabía. Me han enseñado más castellano. Me han ayudado a hacer los trabajos de clase".
Allí conviven con otros extutelados como Diop con los que comparten una experiencia vital que les une y les ayuda a sentirse respaldados. Así lo explica David: "Es gente que lo ha pasado mal o igual de mal que yo y me siento como respaldado por ellos".
Gracias a este apoyo han conseguido su sueño de poder seguir asistiendo a clase y trabajar, aunque sea a tiempo parcial, para poder mantenerse.