Adicciones
De media, un niño tiene su primer teléfono móvil a los 11 años. Un mal uso de las tecnologías conlleva riesgos como problemas de adicción, sociales, de aislamiento o bajo rendimiento escolar. El Servicio de Atención de Adicciones Tecnológicas de la Comunidad de Madrid ha atendido a 7.300 personas en lo que va de año.
Lucía tenía 16 años cuando su comportamiento cambió radicalmente. No quería estar con su familia, tampoco con sus hermanos. Y había un motivo: el móvil. Estaba enganchada, se levantaba y se acostaba con el teléfono en la mano. "Estábamos viendo películas y la niña con el móvil. Se iba al baño y se encerraba durante 30 minutos para estar con el móvil", recuerda su madre, Carolina.
"Le preguntabas cualquier cosa y no sabía responder, estaba desorientada", añade su padre, Luis. Pasaba las horas en las redes sociales "en Instagram, en Facebook, en Tiktok", esto le hizo perder un curso escolar y le llevó a alejarse de sus padres "se alejó totalmente de todos", lamenta Carolina.
"La adicción al móvil le llevó a mentir"
Perdió la relación con ellos "la adicción la llevó a mentir", les ocultaba con quién salía, si tenía exámenes o deberes que hacer. Y sobrepasó todos los límites "empezó a tener conversaciones con personas desconocidas", con los que contactaba a través de las plataformas. Este hecho hizo que saltaran todas las alarmas e intentaron ponerle límites, "nos decía que estábamos locos y que no tenía problemas", e implantaron lo que se conoce como control parental, "es una aplicación que consiste en limitarle a ella el teléfono, en todas las aplicaciones. El teléfono se bloquea después de unos minutos". Pero no sirvió de nada.
Estaban desesperados. Cuentan que vivieron un infierno. Llegaron a culparse, "pensaba que la educación que le estaba dando no era la adecuada para ella. Pensé que era yo la que estaba fallando como madre", explica, entre lágrimas, Carolina. Llegó a pedir ayuda a la Policía y fue finalmente su médico de atención primaria el que le dio una salida: "me dijo que tenía que ir a un psicólogo".
Les ofrecieron el Servicio de atención de Adicciones Tecnológicas de la Comunidad de Madrid y Lucía empezó a acudir a terapia. "Al principio fue duro, se oponía, pero lo consiguieron. Ahora lo bueno es que ella misma lo ha reconocido también", asegura su padre. Salió adelante y ha recuperado su vida anterior.
En lo que va de año han atendido a 7.300 personas en este centro. Lo primero que hacen en la terapia es "ver para qué usaba el móvil porque siempre hay una necesidad detrás" de ese uso desmedido, afirma Irene Gómez, la educadora social del servicio. Trabajan varios meses con los menores y sus familias y les enseñan a hacer un uso correcto de las tecnologías. Es fundamental porque un mal uso conlleva riesgos: bajada de rendimiento escolar, aislamiento, problemas sociales, ciberacoso etcétera.