CON LA LLEGADA DEL FERROCARRIL
Hace poco más de un siglo la hora la marcaba el sol, de tal manera que en España los horarios eran muy distintos. Entre Barcelona y A Coruña había más de 40 minutos de diferencia y fue la llegada del tren la que impuso la necesidad de unificar la hora.
Eran finales del siglo XIX cuando llegó el ferrocarril y con él la obsesión por la hora. Conocer la hora era fundamental para que los trenes se cruzasen en las estaciones adecuadas, pues de no hacerlo "podría haber algún incidente", explica Juanjo Olaizola, Director del Museo Vasco del Ferrocarril.
Era cuestión de seguridad y de progreso: hace 150 años no hacía falta tener un reloj y solo los ricos lo tenían. Al resto les bastaba con mirar al campanario o al cielo.
Cada persona ajustaba de forma independiente la hora según la posición del sol, lo que originó un mapa de España con horas distintas según el sitio, con desfases de hasta 42 minutos.
Pero el desarrollo del tren fue acabando con este desbarajuste: primero rigió la hora de la estación más importante de la zona y más tarde todas se unificaron con la de Madrid. Sin embargo seguía habiendo dos horarios, el de los trenes y el de la vida pública.
Pero el decreto firmado por la Reina María Cristina en San Sebastián en julio de 1900 zanjó el asunto para todos: la hora se unificó con la de Madrid siguiendo el Meridiano de Greenwich.
Sin embargo años más tarde, con la Segunda Guerra Mundial, España adoptó el huso horario de Alemania, que es el que mantenemos en la actualidad.
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