EN CUENCA
Un joven viajo de Pozoamargo, su pueblo de apenas 300 habitantes hasta Oceanía para trabajar en las más avanzadas bodegas de Australia y Nueva Zelanda.
Sin embargo, acabó prefiriendo la forma en la que hacían vino sus antepasados manchegos y regresó a Pozoamargo, en Cuenca.
El joven sabía que tradicionalmente el vino se hacía en tinajas de barro y su vuelta ha contribuido a revitalizar el pueblo.
"Las tinajas de barro tendrán aproximadamente unos 180 años y llevaban sin usar unos setenta, entonces las recuperamos de una bodega antigua y las hemos vuelto a la vida", dice Daniel Sevilla, enólogo.
Él obtiene un vino con un sabor totalmente diferente, que ha gustado entre los vecinos. Además ha recuperado una tradición y la muestra a quiénes quieren visitar su bodega. Además, ha creado puestos de trabajo para la gente del pueblo.
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