EL ASESINO CONFESO DE LOS MELLIZOS DE A CORUÑA

Javier Estrada: "Los maté porque no sabían leer la hora"

Todos los agravantes posibles están presentes en el asesinato de Adrián y Alejandro, los dos mellizos de La Coruña de tan solo 10 años a los que quitó la vida la pareja de su madre, Javier Estrada.

El presunto asesino ha confesado ante la juez con todo lujo de detalles. Al parecer el móvil del asesinato de los gemelos fue un enfado por falta de sexo, pues el suceso comenzó cuando Estrada quiso manterner relaciones con la madre de los pequeños pero ella se negó.

Esa noche, se acostó nervioso y enfadado y al día siguiente, el día del crimen, se despertó mal, según palabras textuales del inculpado, para explicar los motivos dados en su descargo. Otro dato que el imputado señala es que ansiaba tener a su propio hijo y sus problemas de fertilidad le tenían aturdido. 

"El móvil del asesinato fue la falta de sexo"

Pero la declaración no se queda ahí, el hecho que desencadenó en crimen, según el presunto asesino, es que quiso explicarles el funcionamiento de un reloj de aguja y no supieron interpretar la hora, algo que les pareció de ser muy torpes.

Entonces fue cuando uno de los niños cogió un reloj y lo tiró al suelo. Este fue el inicio del fin de la vida de los dos menores de 10 años. A partir de aquí, se sucedieron una serie de golpes que desembocaron en una paliza mortal infligida con la barra de un armario y el sillín de una bicicleta.

La declaración ante el juez se produce tres meses después de haberles matado. En dicha declaración ha destacado el tono desafiante y la actitud chulesca, ya que estaba sentado frente a los abogados con los pies encima del estrado.

Javier Estrada relató también como, una vez muertos, colocó a los mellizos, como si de un ritual se tratara, sobre la mesa de la cocina con las cabezas giradas como si estuvieran durmiendo, porque según sus propias palabras: "Los quería mucho".

Este es el mismo motivo que alega para explicar porque tenía a los niños todo el día, de un modo patológico, estudiando sin dejarlos jugar ni ver la televisión.

Terminaba su espeluznante confesión contando como limpió la escena del crimen y como esperó sentado la llegada de los agentes, curtidos policías que ante tan espeluznante escena, siguen psicológicamente afectados.

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