Inmigración
Expulsados de los centros de menores encontraron hogar gracias a gente de su comunidad
Mor Mbengue y Brehima Niakate, dos jóvenes migrantes que llegaron a Canarias en busca de un futuro. Ambos, originarios de Senegal y Mali respectivamente, arribaron en 2020 en cayuco a las Islas Canarias, donde, tras cuatro años bajo la tutela del Gobierno canario, vieron cómo su situación cambiaba drásticamente al cumplir 18 años.
Una vez allí, como a todos los menores, se les dio un techo, comida y educación hasta que cumplieran la mayoría de edad. Ambos aprovecharon al máximo esto y aprendieron español.
El día que Mor Mbengue cumplió los 18 años, en el centro de menores de Tenerife donde residía le invitaron a hacer las maletas, lo mismo que a su compañero Brehima Niakate. Los dos evitaron quedarse en la calle gracias a la generosidad de unos amigos y ambos han empezado a construir su vida en un piso de Mensajeros de la Paz.
"El día que cumplí 18 fue muy triste, porque no tenía donde ir. Me ayudó un amigo. Fue difícil, porque tenía que salir de su casa a las 8 de la mañana y luego para pasear la calle hasta las 8 de la noche para poder volver a comer y a acostarme en una sala. Luego conocí una chica que me trajo a Mensajeros de la Paz. Y tuve suerte de poder entrar en su piso", relata el joven senegalés.
Actualmente, Mor trabaja como mediador en un centro de acogida en Tenerife, donde ayuda a nuevos llegados a adaptarse y superar los desafíos que él mismo conoció en el pasado.
Mor conoce a la perfección por la situación que estos chicos están pasando, el centro de menores se les hace muy duro, porque todos están acostumbrados a trabajar y a contribuir a la economía familiar desde pequeños. "En mi centro los viernes a veces nos daban siete euros. Yo guardaba y guardaba. Cuando juntaba 100 euros, se lo enviaba a mi madre".
Antes de regresar a los centros de menores como educador, el joven senegalés pasó por diversos trabajos como acarrear piñas de plátano de varias decenas de kilos en plantaciones de Tenerife o atender de noche una granja de pollos. Estas experiencias no fueron de su agrado pero le ayudaron mucho a aprender y a saber que "el no le le roba el trabajo a nadie".
Brehima, por su parte, ha conseguido estabilidad laboral como ayudante de cocina en un guachinche y continúa su pasión por la lucha canaria, un deporte que ha integrado en su vida diaria.
"Cuando no trabajo, entreno. Estuve dos años con Guamasa y ahora estoy en el equipo de la Universidad de La Laguna" señalaba Brehima.
Estas últimas semanas debate sobre la tutela de los menores migrantes ha estado en boca de todos tras la fallida reforma de la Ley de Extranjería. Breehima y Mor se han pronunciado sobre la relación que existe de chicos como ellos con la delincuencia.
"¿Quién creen que va a pasar once días en el mar para venir a robar? Nadie. Yo viene a buscar una vida mejor para mí y para mi familia", replicaba Brehima.
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