CONEXIÓN FARIÑA
Dora Fernández, fundadora de la Asociación Madres Érguete, recuerda que las madres de jóvenes drogodependientes fueron las primeras en señalar públicamente a los narcos gallegos. Las drogas entraron a sus casas y destrozaron a sus familias. En el caso de su hijo, estuvo 24 años de lucha hasta que murió "muy acompañado con toda su familia". "Tanta lucha pero quedé sin él", lamenta. También recuerda el desconocimiento que había sobre las drogas en la época, porque ella misma encontró una papelina en el bolsillo de su hijo y pensaba que guardaba ahí unas flores.
Las madres comenzaron a organizarse y despertaron un sentimiento nuevo en la sociedad gallega. La droga no sólo afectaba a las familias marginales y la única forma de combatirla era ir a por los que hacían negocio con ella. Dora Fernández recuerda que cambiaron sus esquemas, denunciaron a 38 bares y protestaron hasta que consiguieron que hubiera actuaciones policiales. "El Pazo Baión te vamos a quitar para que nuestros hijos se puedan curar", era uno de sus cánticos.
Además, se reunieron con todos los partidos políticos y les amenazaron con hacer público que tenían militantes narcotraficantes. De hecho, Manuel Fraga llegó a llorar en una reunión con ellas y estas mujeres animaban a los agentes que luchaban contra la lacra.
"No éramos ningunas locas, les echamos un pulso y les ganamos", señala Carmen, a la que amenazaron los narcotraficantes con matar a sus hijos y le llegaron a cortar los frenos de su coche.
La 'generación perdida'
Finso, exdrogodependiente, señala que de 40 alumnos que había en su clase, alrededor de 36 quedaron "parecido" y el que más droga llevara o controlara era el más listo. Él empezó a consumir hachís y heroína a los 13 años, y forma parte de lo que en Galicia llaman 'generación perdida', es decir, jóvenes que se iniciaron en las drogas sin saber lo que se vendría después. En la cárcel se enteró de que había contraído VIH.