Navidad
El año suele resultar muy estresante. Sin embargo, dejamos para el último mes un calendario mucho más ajetreado.
Acabamos de finalizar el puente de la Constitución, pero que nadie se relaje porque esto ha sido sólo la primera fase de la operación Navidad. A partir del 11 de diciembre comienza la la fase 2 en la que deberemos asistir a las actuaciones de los más pequeños, escribir la carta a Papá Noel, los Reyes Magos, el Olentzero en Euskadi, el apalpador en Galicia, cenas de amigos, de empresa y hay que controlarse un poquito porque luego pasan cositas y cuando volvemos a la oficina nos queremos esconder bajo la mesa. Otros años en los informativos hemos tenido que contar que alguno que otro regresó a casa en ambulancia e incluso hay quien apareció tres días más tarde de la celebración.
La fase 3 arranca el 21 de diciembre, al menos en Euskadi con las celebraciones de Santo Tomás. Para el resto esta fase se retrasa un día, el 22 de diciembre, día de sorteo especial de Navidad de la lotería. Es ahí cuando vemos las celebraciones de unos, y las envidias de otros transformadas en frases míticas como "lo importante es tener buena salud". El día 23, los duendecillos, ayudantes y lo que sean traen los regalos y hacen las compras de última hora. Y la noche del 24 toca la cena de Navidad con la familia a la que acuden abuelos, tíos, suegros y cuñados. Y, como cada año, toca ver el mensaje del Rey que hace balance de todo lo vivido. Esa misma noche además también se abren algunos regalos y en Cataluña la tradición manda apalear a Tió, el tronco que caga regalos.
Llegamos hasta el 25, el día de Navidad, que se podría resumir diciendo que es como la cena del 24, con la misma gente pero con más luz y sobremesa. Del 26 al 30 de diciembre que cada uno se organice como quiera, y ojo el 28 con las inocentadas. Y llega el 31 de diciembre, Nochevieja. Primero la cena, una vez más nos pegamos un gran atracón, después nos comemos todos las uvas viendo Antena 3, el vestido de Cristina Pedroche y después, los que tengan el cuerpo con ganas, salen de fiesta para aprovechar los años que la pandemia no nos dejó.
Comenzamos el nuevo año el 1 de enero, también comienzan lo buenos propósitos que en ocasiones se quedan solo en propósitos que en muchas ocasiones no se llegan a cumplir. Y, para celebrarlo, como no podía ser de otra forma, nos volvemos a juntar todos en una mesa para hacer otra gran comida. A esta celebración se puede ir bien vestido, pero se acepta chándal o pijama si se ha salido la noche anterior.
Llega por fin la última fase de las Navidades: los Reyes. Primero hay que asistir a la cabalgata el día 5, a recoger caramelos y lo que caiga. Hay que estar atentos a las señoras expertas en este pasa calles que asisten con sus escaleras, paraguas y mucho ojo que no se enfaden porque les quiten 5 centímetros del sitio que han conseguido por estar 3 horas antes en el lugar. Y les da igual que en el supermercado la bolsa cueste menos de 3 euros, porque lo importante es estar ahí con el hijo, nieto o sobrinos para ver sus caritas de emoción al paso de los Reyes Magos, y también por coger caramelos que lancen, que cualquiera pensaría que son milagrosos por la de horas invertidas para ver el desfile.
El día 6 nos despertamos felices para ver qué nos han regalado, pero también para disfrutar de más comida, degustar el sabroso roscón de reyes e intentar tener suerte y que nos toque la figurita que lleva dentro y esquivar el haba que esconde. Como marca la tradición ,el que encuentre la legumbre paga el roscón y el que encuentre la figurita será coronado como rey o reina. El día 7 de enero se dan por finalizadas las Navidades y hacemos balance de lo gastado, lo comido y, como necesitamos descansar de todo lo festejado, y sabemos el largo año que nos esperan, ponemos la vista en las vacaciones de semana Santa.