CADA VEZ SON MÁS LOS QUE SE ANIMAN A EXPLORAR CUEVAS SUBTERRÁNEAS
Los espeleólogos exploran las entrañas de la tierra sin padecer claustrofobia, ni siquiera miedo a la oscuridad. La ruta comienza en junto al Río Lobos, provincia de Madrid, en el exterior la roca caliza. Tan imprescindible como un buen material, es que los miembros del equipo tengan capacidad de control mental por si surgen problemas.
Descendemos con un grupo de profesionales y amigos que conoce bien los riesgos de la espeleología, una ciencia pero también un deporte. Hay quien los ha sufrido en primera persona. Es el caso de de uno de los miembreos de la Federación Madrileña de Espeleología, Ángel San Juan Gálvez, que relata un accidente que sufrió durante uno de los descensos subterráneos: "Una caída de una piedra que me rompió la clavícula. Tuve que salir con la clavícula fracturada".
Otra de las componentes de la Federación, Yésica Salcedo, explica que: "Tienes que conocer a las personas que te rodean para saber cómo van a reaccionar en cada momento porque nunca sabes lo que puede pasar".
La espeleología nos ofrece todo tipo de desafíos, como el suelo resbaladizo de muchos pasajes subterráneos, así como movernos a través de pequeños y estrechos rincones.
A la hora de practicar este deporte es muy importante que el equipo esté compuesto como mínimo por tres personas. Así en caso de que un miembro del equipo sufra un accidente, uno puede atenderle mientras el tercer sale a pedir ayuda. También hay que tener cuidado con los resbalones y con las filtraciones de agua. Sin embargo una de las pesadillas de los espeleólogos es que se vaya la luz de sus linternas.
Cuando la luz vuelve comienzan los primeros hallazgados. En el suelo de la cueva encontramos hasta figuras de un portal de Belén. El techo está repleto de formaciones rocosas milenarias. La espeleología es un viaje laberíntico que el hombre sabe dónde comienza y solo la naturaleza donde acaba.