La carga de la Navidad
El elfo, las comidas, las compras... la Navidad no para y nos arrolla en una vorágine imparable.
La carga mental de las madres es una constante todo el año, pero en Navidades se quintuplica hasta niveles insospechados. Compatibilizar los horarios laborales con las vacaciones escolares pasa a ser lo de menos. A la lista de tareas pendientes en estas fechas se suman: organizar los menús de las comidas y cenas especiales, el calendario de adviento, planificar la visita a Papá Noel y a los Reyes para que los niños puedan entregar sus cartas, ayudar a los pajes para que todos los deseos se cumplan y ahora también el elfo travieso.
Una encuesta de Make Mothers Matter ya hacía sonar las alarmas en septiembre; el 78% de las madres españolas afirmaba entonces sentirse sobrecargadas. Ser madre supone experimentar una transformación profunda que afecta tanto a la vida personal, como a la profesional y a la familiar. Tu vida hasta el día en el que nace ese hijo se aparca para quizás nunca más volver y desde entonces comienzas una nueva etapa. Un cambio nada fácil de digerir, en algunas ocasiones, que cuenta con pocas políticas sociales.
Cierto es que muchas de estas cargas se las echan a la espalda las propias madres. ¿Es necesario que venga el elfo a nuestra casa? ¿Realmente los niños necesitan una agenda repleta de actividades? Reflexionamos de todo esto con Verónica Alonso, terapeuta ocupacional del Centro de terapia infantil Creare.
Empecemos por explicar qué es esto del elfo porque es lo más reciente. Esta tradición tiene su origen en el libro 'The Elf on the Shelf: A Christmas Tradition' de Carol Aebersold y su hija Chanda Bell.
En esas páginas se explica que los elfos son los duendes que Papá Noel envía a la casa de los niños para ver cómo se portan. Cada noche esos elfos no solo viajan al Polo Norte para informar al 'jefe' de lo ocurrido, sino que también aprovechan para hacer alguna que otra travesura en casa del niño que lo ha acogido como parte de la familia. Aunque en cada hogar se establecen normas propias, hay una que es universal: los niños no pueden tocarlo porque si no pierde la magia.
Estos elfos encuentran en los adultos de cada casa un aliado incondicional, en muchas ocasiones en las madres, y aunque es cierto que su magia reparte ilusión a cada uno de los miembros de ese hogar, no deja de ser una carga más. "El elfo tiene que ser una tradición, una tradición para padres y para hijos, para crear nuevos recuerdos, recuerdos bonitos. Algo disfrutable, porque las tradiciones las tenemos que disfrutar todos. Si el elfo supone algo más a tu carga mental, a tu estrés diario, a todo lo que supone la vida adulta en general, pero además el final de año, la Navidad y todas las gestiones... pues quizás no tiene tanto sentido. Si te parece divertido, si también disfrutas con ese tipo de cosas, me parece que es una tradición para todos", apunta Verónica Alonso.
Entre las travesuras más habituales que hacen estos elfos están las que descolocan alguna parte de la casa, juegan con la comida o incluso con el papel higiénico. Y esto en muchas familias supone un motivo de discordia porque, ¿es razonable que comportamientos que no aprobamos en nuestros hijos los riamos si los hace el elfo? La experta nos da su punto de vista. "A los peques les hace mucha gracia el tema de las travesuras, lo de portarse un poco mal. Les gusta verlos en los vídeos, en los dibujos; es como muy gracioso. Ojo, que no en todas las casas el elfo hace una travesura; a veces trae notas, trae una cuenta atrás para que llegue el día de Navidad, a veces trae planes para hacer en familia, pero cierto es que te puedes encontrar que si tu elfo hace una travesura, tu hijo o tu hija quieran replicar esa misma travesura porque les parezca gracioso. Ahí es cada familia la que decide la gestión de esas maldades o travesuras", avisa la experta.
A estas alturas, el elfo ya está descansando con Papá Noel; sin embargo, las madres todavía tienen días de gestiones y estrés por delante. "Efectivamente, la Navidad acaba convirtiéndose muchas veces en mucho estrés para los adultos, y para los peques también, porque el hecho de querer seguir esta especie de 'checklist' con todas las tareas navideñas, las luces, la carta, los villancicos, festivales... genera mucha ansiedad en los peques. Una mala gestión de los estímulos. Hay que pensar que además pasamos de los horarios de cole a estar en casa todo el día con otro horario distinto, a veces, con los abuelos, o en otro entorno, y tanto cambio, en general, los peques no lo gestionan mal, pero hay niños en particular que tanto cambio, tanto estímulo sensorial, tanta emoción la gestionan regular y luego nos encontramos con peques como muy espídicos en los días de Navidad. Nos tomamos poco tiempo para disfrutarnos, para estar tranquilos, para hacer planes en familia más calmados, para no hacer nada, para aburrirnos un rato. Le damos más importancia al hacer que al no hacer, a simplemente contemplar, y quizás tengamos que revisar un poco esos patrones", apunta Alonso.
La presión, sin embargo, no cesa tampoco para los niños porque los Reyes todavía no han llegado y la carga de tener unos ojos vigilantes continúa. "Lo que en general no es muy lógico, es amenazar a los niños con que si no se portan bien no van a tener regalos. Por dos motivos principales, uno porque no es cierto, no es verdad; les van a seguir trayendo regalos aunque se porten mal en diciembre, portarse mal dentro de lo que es un niño, o aunque lo hagan el resto del año. Pero además, porque se supone que en la crianza lo que queremos es que, poco a poco, los peques vayan gestionando que el refuerzo tenga que ser interno, que no todo lo que hago en la vida es para conseguir algo y menos, algo material. Si queremos adultos que sean capaces de gestionar su propio yo, de conseguir las cosas por sus propios motivos, que a veces son internos y nada tienen que ver con lo exterior, tenemos que empezar en la infancia. Seguramente es un trabajo que muchas familias hacen durante todo el año a favor del desarrollo de sus hijos, pero que luego nos cargamos en unas semanas diciéndoles que si no se portan bien, los Reyes y Papá Noel no les van a traer nada", reprocha la terapeuta, que a continuación añade: "Entendiendo también el miedo que genera en algunos niños cuando les decimos que Papá Noel y los Reyes les están viendo y saben si se portan bien. Imaginaros cuando eres niño la idea de que un ser que no conoces y que además se mete en tu casa te está viendo para saber si te portas bien. En general, el concepto es un poco extraño, una práctica a revisar".
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