Por Susanna Griso
Lamentablemente, he tenido que entrevistar a muchos, -demasiados-, padres que han descrito ese infierno, podemos intentar comprender su vacío pero solo es un retazo del espejo roto en el que se ha convertido su existencia.
Traten de ponerse en la piel de un pequeño que pierde a su madre y el asesino es su propio padre
Ahora bien, ¿Se han preguntado qué siente un huérfano o huérfana de la violencia machista? Al ser menores debemos protegerlos y no podemos dar sus nombres ni conocer sus historias. Pero traten de ponerse en la piel de un pequeño que pierde a su madre y resulta que el asesino es su propio padre. Es un doble duelo, los psicólogos lo describen como el “dolor total”.
A estos niños les arrebatan su figura de apego, la persona de quien dependen emocionalmente y en muchos casos también económicamente. Y quien lo hace es su progenitor, alguien que a partir de ese momento se convierte en un extraño y en un criminal. Estos niños pierden de repente sus dos figuras de referencia, su infancia, un mundo ordenado en el que un padre que supuestamente debía quererles les ha causado el mayor de los traumas. Sumen a eso que los niños presencien el crimen, que los niños sean testigos de un episodio tan brutal: en el último año, once niños han visto como su progenitor mataba a su madre.
239 menores han perdido a su madre por un crimen de violencia de género desde 2013
Desconozco si en el ánimo del asesino estaba causar el mayor dolor posible o si, simplemente, aprovechó la oportunidad sin importarle las consecuencias. El resultado es el mismo, estos pequeños tendrán que superar muchos miedos, tienen que lidiar con el abandono y la culpabilidad, se sienten en peligro constante, desconfían de todo y de todos. La familia paterna pasa a estar estigmatizada y la materna, -en muchos casos, abuelos que viven de su pensión-, no siempre dispone de los recursos para la manutención y educación de los huérfanos. Desde el año 2013, un total de 239 menores han perdido a su madre por un crimen de violencia de género.
La Fundación Soledad Cazorla hace un trabajo encomiable: está becando a 24 huérfanos y tiene varios casos más en estudio. Pero, además, gracias en buena parte a su labor de sensibilización, el parlamento aprobó, tras dos años de tramitación, una ley que propone una mejora sustancial en el acceso a la cobertura en los supuestos de orfandad. Aunque ya está en vigor seguimos a la espera de su desarrollo reglamentario y puesta en marcha. Desde aquí pido a sus señorías que, pasadas las elecciones, consideren a los huérfanos de la violencia machista una prioridad absoluta. Ellos ya no pueden esperar más. Y nosotros se lo debemos.