Okupación
Hay unas 50 viviendas tapiadas, otras tantas okupadas y la inseguridad ya es la dueña de la zona. Los vecinos, comprensivos con las situaciones de necesidad de muchos residentes, piden al Ayuntamiento que permita instalarse en la zona a quienes lo necesiten.
"Es imposible vivir así, mis hijos no quieren salir por el barrio". Es lo primero que nos dice Isabel Riveiro, presidenta de la Asociación de Vecinos del barrio de Recimil, en Ferrol. Cuando llegó a esta zona, hace hoy más de 30 años, supo lo que era la okupación. "Aquí siempre se okuparon pisos, pero lo de ahora es escandaloso. Lo hacen a diario", comenta.
Esta zona cuenta con el mayor parque de vivienda pública de Galicia, las rentas antiguas son muy bajas, de hasta 3 euros, y pueden llegar a los 100. Esto ha supuesto que personas con pocos recursos se hayan ido asentando en el barrio. Pero el problema ha venido con el paso de los años. "Muchos han abandonado sus casas para marcharse a lugares más tranquilos, con su familia, y fueron quedando muchas viviendas vacías", explica Isabel.
Se calcula que de las más de 1.000 viviendas del barrio, unas 50 de ellas están vacías y tapiadas, bien por ladrillo, cemento o por chapas metálicas que fue poniendo el Ayuntamiento de Ferrol. Otras tantas están ya okupadas y, cuando se sabe que una casa se deshabita, pronto llegan nuevos inquilinos ilegales. "Los okupas se enteran antes que nosotros de que los pisos están vacíos, revientan la puerta y entran. Se hacen, incluso, con bloques enteros. Hay calles en las que ya hay más okupas que vecinos", denuncian desde la asociación.
Los vecinos, comprensivos con las situaciones de necesidad de muchos residentes, piden al Ayuntamiento que permita instalarse en la zona a quienes lo necesiten, "porque no hay porqué tener viviendas vacías", pero denuncian, "quien no sepa convivir debe marcharse". Son tajantes.
Los problemas derivados de la venta de drogas, las peleas y los ruidos hasta altas horas de la madrugada, son constantes en Recimil. "Tengo una vecina que se levanta a las seis de la mañana para ir a trabajar, y muchos días va sin haber podido dormir", denuncia Riveiro. Cada noche sucede los mismo: música muy alta, golpes y gritos; llaman a la policía, cuando llegan los agentes los okupas bajan el volumen, pero cuando se van, regresa la fiesta. Es el día a día en el barrio.
Otro de los mayores problemas es la falta de respeto por el mobiliario urbano. "Hace quince días ocuparon las aceras con piscinas de plástico para los niños, no se podía ni pasar por la calle. Es un escándalo". Y, muchos bancos han desaparecido de su lugar habitual para "colocarlos ellos donde les da la gana, debajo de una palmera donde no les de el sol, o donde quieren. Hacen lo que quieren", comenta Isabel.
Por esto, piden una mayor vigilancia policial, para no tener que abandonar también ellos en barrio, para poder alcanzar un cierto civismo en la zona y evitar que nuevos inquilinos ilegales se hagan con alguna de las más de 50 viviendas que están vacías.