Párroco
El hombre se presentó en el velatorio del párroco para demandar una prueba de ADN, aunque los familiares se opusieron e incineraron el cuerpo.
José Luis Porteiro tenía 49 años cuando supo que su padre era el párroco de su propia parroquia, San Martiño de Cores (Ponteceso, A Coruña). Elisa, su madre, había tenido un noviazgo a escondidas con el sacerdote a finales de los años 60, aunque no sería hasta el mismo día de la muerte del eclesiástico que esta se lo confesaría.
Ocurrió en 2018. Nada más obtener la respuesta de su madre, José Luis se dirigió al tanatorio donde la familia velaba el cuerpo para reclamar una prueba de ADN del fallecido. Pero no lo consiguió: la familia de Luis, que así se llamaba el cura, no solo se opuso a la realización de la prueba, sino que aceleró el funeral. Tanto fue así que cancelaron la inhumación anunciada en la esquela para proceder a incinerar el cuerpo.
José Luis no se dio por vencido y decidió acudir a la Justicia, que reclamó a los hermanos del cura pruebas de ADN, aunque ninguno de los citados asistió al Instituto de Medicina Legal de Santiago de Compostela para hacérselas. José Luis y su abogado persistieron en su lucha: aportaron diversos testimonios o la propia esquela y, ante las pruebas, consiguieron que la jueza diese la razón al hijo del sacerdote.
"Es un orgullo, una tranquilidad, porque sé seguro que era mi padre"
En palabras de Darío Díaz Pineda, abogado del propio José Luis, "era un asunto complicado, una relación en una aldea del rural gallego en los años 60 entre una chica y un párroco y, por tanto, una relación secreta", resume. Y aunque era una aldea pequeña, las habladurías sobre los parecidos físicos eran frecuentes: "Cincuenta y cuatro años escuchando muchas cosas, porque la gente...", reconoce el propio José Luis.
Según Díaz Pineda, fue determinante el cambio sobre la incineración del cuerpo y la celeridad con la que sus hermanos decidieron llevarla a cabo lo que más les hizo sospechar. A pesar de las trabas, finalmente, la jueza reconoció al párroco como padre de José Luis en una sentencia que significa mucho para él: "Es un orgullo, una tranquilidad, porque sé seguro que era mi padre", reconoce emocionado.
Y es que lo que para muchos era antes un secreto a voces, ahora es una certeza para un hijo que no supo de su padre hasta su propia muerte.