Lotería
El 23 de octubre de 2014, el número 448336 de la Lotería Nacional salió premiado. Joaquina, de 77 años y natural del municipio de Benidoleig en Alicante, era la encargada entre su grupo de amigos de comprar los décimos de Lotería Nacional de los sábados en una administración de Dénia. Sin embargo, aquel día en el que resultó este número premiado, Joaquina decidió quedarse con el décimo que había sido premiado con la fracción especial y que, por lo tanto, tenía un premio mayor: 1.170.000 euros. Para después repartir el resto de décimos entre sus amigos cuyo valor ascendía a 30.000 euros
Desde entonces en este pueblo de Alicante tienen claro que la lotería no se puede compartir ya que ha provocado que un grupo de siete amigos y amigas se hayan dejado de hablar. Este grupo de amigos llevaba más de quince años jugando con los décimos que la acusada, Joaquina, se encargaba de comprar y repartir entre todos. Por este trámite cobraba un recargo del diez por ciento. Su costumbre era comprar dos números fijos y el tercero lo adquiría aleatoriamente con la condición de que tenía que acabar en '6'. Este último fue el que resultó premiado en 2014.
Varios amigos denunciaron a la mujer de 77 años que fue, finalmente, condenada por la Audiencia provincial de Alicante a un año y medio de prisión por un delito de apropiación indebida y, además de tener que pagar una indemnización a cada uno, se le obligaba a repartir el premio. Sin embargo, la causa se terminó elevando al Tribunal Supremo que el pasado mes de diciembre falló de una forma muy distinta. De los siete magistrados que componen la Sala de lo Penal de este Alto Tribunal, cinco fallaron a favor de Joaquina alegando que no existía un pacto previo en el que se estableciese qué cuantía le correspondía a cada uno en el caso de que los décimos resultasen premiados. Los otros dos magistrados discrepantes consideran que se debería mantener la condena.
Mientras tanto el dinero sigue inmovilizado por lo que seis años después ninguno de los siete miembros del grupo han cobrado ni un euro del premio. Joaquina, por su parte, tiene que ir a comprar el pan a otro pueblo porque el panadero es uno de los amigos con los que está enfrentada. Mientras, cada vecino se posiciona de una parte o de la otra.
Una historia dramática que demuestra que la lotería es mucho más que un juego.