EMPIEZA EL JUICIO
Ana Julia Quezada terminó confesando ser la asesina confesa del pequeño Gabriel Cruz, el pequeño de 8 años que desapareció el pasado 27 de febrero del 2018 en Las Hortichuelas (Almería). Sin embargo estuvo durante 12 días simulando estar preocupada por la ausencia del pequeño y apoyando a su pareja Ángel, padre del niño que ella mismo había asesinado. Pese al 'teatrillo' de la asesina confesa ante las cámaras, los investigadores siempre la tuvieron en el punto de mira como principal sospechosa. Estas fueron las grandes contradicciones que acorralaran a Ana Julia hasta que fue detenida con el cuerpo sin vida del niño ene l maletero de su vehículo.
1. Interés por captar la atención de los medios
La pareja del padre del niño mostraba mucho interés por captar la atención de las cámaras. Cuando los medios de comunicación intentaban grabar la imagen de Ángel, padre del niño y pareja de la asesina, Ana Julia se mostraba muy compungida y afectada por la desaparición. La asesina confesa no dudaba incluso en hacer declaraciones a los medios y llegó a decir que pensaban que alguien había retenido al niño. La dominicana hablaba del menor en pasado y mostraba pocas esperanzas de encontrarlo con vida.
2. El hallazgo de la camiseta
Si hubo algo que fue crucial a los ojos de los investigadores fue el hallazgo de la camiseta de Gabriel en una de las batidas. Ana Julia colaboraba con el resto de voluntarios en los rastreos por Las Hortichuelas para encontrar alguna pista que pudiera llevar al paradero del pequeño Gabriel Cruz. En una de esas salidas Ana Julia volvió muy agitada con una camiseta en la mano. Se trataba de una camiseta del pequeño que posteriormente, una vez confesó el crimen, reconoció que había colocado ella misma. A los investigadores les extrañó ya que apareció en una zona que había sido rastreada previamente y se encontraba seca pese a las lluvias de los últimos días.
3. Dudosa coartada
El día en que desapareció Gabriel Ana Julia aseguró que se encontraba trabajando en una finca que había adquirido recientemente con su pareja. Se trataba de la finca de Rodalquilar donde posteriormente confesó que se produjo el crimen y tuvo enterrado el cuerpo del pequeño. Nadie la vio ese día dirigirse a la finca. Para disipar las sospechas esa misma tarde, tras cometer el asesinato, acudió a casa de una amigo a preguntarle si había visto al pequeño Gabriel ya que le estaban buscando por el pueblo.