Galicia
El proyecto implica a todos los alumnos del centro. Juntos se encargan de sembrar, quitar malas hierbas o regular la temperatura del invernadero para acabar recolectando lechuga, espinacas o acelgas que disfrutan a la hora de comer.
Ni los tomates crecen en el súper, ni los huevos se producen en fábricas. Parece una obviedad pero cada vez menos niños tienen la posibilidad de ver cómo nacen y crecen los alimentos que luego se encuentran en el plato. Para quien no supone un problema, desde luego, es para los niños del colegio CEIP Antonio Blanco Rodríguez de Covelo, en Pontevedra.
El centro tiene 119 alumnos que llevan todo el curso inmersos en un proyecto global que está resultado ser todo un éxito. En él, todos, del más pequeño al de más edad, trabajan en equipo para cultivar lechugas, acelgas, espinacas, tomates… Productos que después consumen en el comedor del colegio. Todo un reto.
Amalia y Milagros son las dos profesoras que lideran el programa, aunque todos los educadores están implicados. “Se encargan de todo, siembran, retiran malas hierbas, regulan la temperatura del invernadero, todo”, explica Carla Cerqueira, directora del colegio. “A ellos les encanta, les gusta tener esa responsabilidad, están deseando que llegue el día que les toca”, nos cuenta.
Se organizan por grupos que están formados por niños de diferentes edades, desde los 3 a los 12 años. “Cada uno según sus posibilidades”, puntualiza la docente. Cada uno de estos equipos tiene una función, entre las cuales está también encargarse de los animales. Sí, ya tienen el huerto y van camino de hacerse con una granja.
“Desde hace años el conserje tenía aquí en el colegio gallinas de varias especies, faisanes, ocas, conejos. Le iban regalando y él los traía para aquí para que los niños los vieran”, relata Cerqueira. Ahora al conserje, José Antonio, le han salido un montón de ayudantes, todos encantados de darles de comer a sus amigos y de encargarse de sus cuidados. “Los animales comen las sobras del comedor, así que cada día los niños van y les dan la comida que sobró, recogen huevos si los hay, lo que toque”, continúa la directora.
Si todo esto es ya un gran proyecto, el broche de oro es consumir lo que ellos mismos han plantado. En estos momentos la lechuga de las ensaladas del centro ya procede de su producción. También las espinacas o las acelgas con las que hacen las cremas y, en breve, ahora que empieza la temporada, llegarán los tomates.
“La idea era hacer algo circular”, explican. Y lo están consiguiendo. Con un añadido además; “Al ser ellos los que han cultivado las cosas les hace más ilusión y las comen con más ganas”. No es para menos.
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