Muchos se quedaron en casa con la familia, pero también fueron muchos, especialmente jóvenes, los que salieron a celebrar la Nochevieja en la calle. La Puerta del Sol de Madrid fue el epicentro de la fiesta, pero en toda España hubo fiestas y cotillones para celebrar la última noche del año.
Los más valientes fueron incluso capaces de alargar la noche hasta el desayuno, donde los churros, chocolates y porras reanimaron a los más perjudicados. Durante la madrugada, muchos sucumbieron al cansancio, los tacones y otros ogros tradicionales.