Volcán de La Palma
La erupción del volcán de La Palma comenzó el 19 de septiembre de 2021 y terminó el 13 de diciembre del mismo año, tras 85 días y 8 horas de intensa actividad volcánica.
Esta fue la fecha en la que la señal del tremor volcánico desapareció y la emisión de lava tocó a su fin. Los terremotos empezaron a espaciarse en el tiempo y cada vez eran más débiles. Ya no salían rocas ni piroclastos del cráter.
Pero el escenario con esos niveles debía permanecer en estas circunstancias como mínimo, durante 10 días para que los científicos pudieran dar por finalizada la erupción oficialmente. Y es lo que ocurrió. Doce días más tarde, el día de Navidad, se dio por finalizada la erupción volcánica más destructiva de los últimos años.
El volcán estalló a las 15 horas y 12 minutos a escasos metros de las zonas habitadas llamadas El Paraíso, El Pastelero y Alcalá, junto a la Montaña Rajada. Era domingo, la hora de comer y la explosión sorprendió a miles de vecinos en sus casas reunidos en familia. Resulta imposible olvidar aquellas imágenes que acapararon las miradas de medio mundo y monopolizaron las portadas de todos los medios de comunicación durante semanas y que constituyen la historia viva de la erupción del volcán más destructivo ocurrido en nuestro país.
El improvisado desalojo de las viviendas sobre la marcha, de los vecinos escapando con lo puesto, para nunca más volver a sus hogares, dejando atrás no solo sus pertenencias, sino a miles de animales de granja y compañía, sin ninguna otra alternativa que escapar para salvar sus propias vidas. Los más afortunados dispusieron de 15 minutos para coger lo primero que veían. Perdidos, sin rumbo, sin saber a dónde ir…Esto es lo que relatan los vecinos que vivían en la zona alta del volcán a escasos metros de donde se produjo la erupción.
Miles de recuerdos, miles de proyectos y miles de sueños e ilusiones quedaron atrapados bajo la lava para siempre, bajo ese impresionante manto oscuro que recorre el Valle de Aridane de norte a sur hasta llegar al mar.
Hubo una única víctima mortal, un hombre de 72 años que con permiso de las autoridades accedió a su casa en la zona de exclusión y falleció a causa de respirar el monóxido de carbono y sulfuro de hidrógeno que desprendía el volcán. En cambio, fueron miles los animales que perecieron bajo la lava y del que no existe un registro oficial aún. Estos seres sintientes a los que el estallido del volcán separó de sus familias merecen no ser olvidados.
Los daños materiales provocados en infraestructuras, edificaciones, vehículos, agricultura y medio ambiente fueron muy numerosos. El balance de daños ascendió casi a mil millones de euros.
Según los datos de satélite recogidos por el programa europeo Copernicus, en los tres largos meses de erupción, más de 1.240 hectáreas de terreno fueron calcinadas por la lava. Entre ellas, 369 hectáreas estaban dedicadas a la agricultura, principalmente plataneras, que quedaron arrasadas. Las coladas de lava provocaron graves destrozos en núcleos habitados y 7.000 personas fueron obligadas a abandonar sus hogares prácticamente de manera inmediata.
Cerca de 3.000 edificios (viviendas, comercios, colegios, asociaciones culturales y deportivas, iglesia, talleres, etc.) fueron destruidos totalmente por la lava y otros más de 3.000 sufrieron daños en sus estructuras. Como consecuencia, miles de personas se vieron afectadas y aproximadamente 2.300 personas se quedaron sin hogar. Según el catastro regional, fueron 1.345 las viviendas que desaparecieron bajo la lava.
Además, se calcula que 92 kilómetros de carreteras fueron también sepultadas por la erupción, afectando enormemente a las comunicaciones dentro de la isla.
Es muy difícil determinar con exactitud la cantidad del volumen de lava que emitió el volcán, pero los primeros cálculos basados en seguimientos de los datos de los satélites indican que al menos fueron 159 millones de metros cúbicos.
Los flujos de lava se fueron moviendo de diferentes maneras y fueron creando una zona conocida como "malpaís", que se caracteriza por una superficie muy irregular. En algunos lugares, el frente de los flujos alcanzó decenas de metros de altura, cambiando completamente el paisaje de la Isla Bonita para siempre.
Estas coladas de lava fueron llegando al mar y formaron un "delta de lava" que, en las Islas Canarias, se les denomina “fajanas”. La fajana que se creó alcanzó una extensión de unas 43 hectáreas, aumentando así la superficie de la isla.
El volcán también generó más de 10 millones de metros cúbicos de ceniza cubriendo más de 7.000 hectáreas de superficie. Los vientos alisios se encargaron de diseminar esta ceniza y de tapar centenares de construcciones en su totalidad.
El nuevo cono volcánico alcanzó cerca de 200 metros de altura. También se formó un segundo cono volcánico secundario y se abrieron decenas de fisuras en la tierra, por lo que el paisaje también se fue transformando a lo largo de la erupción volcánica.
Por otro lado, la actividad sísmica también fue muy intensa mientras duró la actividad del volcán, registrándose centenares de terremotos al cabo del día. Hubo jornadas en las que se anotaron alrededor de 300 movimientos sísmicos.
La erupción del volcán de Cumbre Vieja fue una de las erupciones más importantes de los últimos siglos en las islas Canarias, y la más larga en la isla de La Palma desde que existen registros históricos.