Trasplante
Este joven de 13 años estuvo más de dos años conectado a una máquina durante 12 horas diarias. Alberto Arnoso, su padre, hizo un curso de formación para saber utilizar la máquina.
Anxo Arnoso es ahora uno de los niños más felices de Fene, en Ferrol. Nunca ha dejado de serlo, porque como destaca su padre, Alberto Arnoso, "antes no paraba". Con seis años y después de varias operaciones, comenzó con un tratamiento de diálisis peritoneal que pudo hacer desde casa. A los nueve años y después de pasarse horas diarias conectado a una máquina, llegó el trasplante. Ahora, su padre hasta echa de menos que no esté quieto, y tiene claro que mereció la pena todo el esfuerzo.
"Imagínate, ¡no para!". Es lo primero que dice Alberto Arnoso cuando se le pregunta por Anxo. Este padre no puede estar más orgulloso, feliz y tranquilo después de todo. Su hijo nació con un fallo en los riñones, algo que le provocó innumerables problemas. Después de nueve operaciones en A Coruña y tener que marcharse al Hospital de La Paz en Madrid por una nueva intervención en la vejiga, comenzó un tratamiento de hemodiálisis.
"Fue duro, estuve allí 45 días con cuatro horas de práctica diaria", era la solución que encontró Alberto para poder volver a Fene, en Ferrol. Los médicos le propusieron seguir en casa con una diálisis peritoneal: “aprendimos todos porque la máquina era nueva”.
Con la lección bien aprendida comenzaron más de dos años "difíciles, de estar conectado ocho o 12 horas diarias". Alberto era el enfermero particular de Anxo, estaba pendiente de él en todo momento y reconoce que le cogió el punto a la máquina "y lo haces con los ojos cerrados". Que el aparato fuese moderno ayudó bastante, confiesa. Nunca dudó de este proceso y, de hecho, "la mitad de la gente no sabía que estaba mal".
"Él nunca estuvo grave, como estaba todo tan bien", no levantaba sospecha en su día a día, aunque no podía jugar al fútbol o andar en bici por el catéter. Pero cuando llegaba a casa, Anxo tenía “una dieta muy estricta, cocíamos la verdura en tres aguas distintas, solo podía comer merluza cocida y sin nada, filetes a la plancha una vez a la semana y sin nada...".
Todo terminó hace cuatro años
Pero todo terminó hace cuatro años. El 3 de octubre de 2019 una familia de un joven canario fallecido en un accidente de tráfico le donó un riñón. Desde entonces, "nada, es que no ha tenido ni una gripe", asegura Alberto. Ahora, Anxo corre, juega, monta a caballo, come de casi todo y disfruta de la vida como un niño de 13 años: "hace vida normal, a veces hasta echo de menos que esté parado".
"Mereció la pena todo, de verlo en el hospital todas las mañanas a sin nada ahora, corriendo por ahí...", es el gran alivio que siente Alberto, que habla orgulloso de todo el esfuerzo que han hecho él y, sobre todo, Anxo.
"En el Hospital de La Paz, en Madrid, es famoso", comenta entre algunas risas Alberto. "Si vas allí y preguntas por Anxo de Galicia lo conocen todos". Como para no conocer la historia de dos luchadores que han conseguido ganar la batalla más importante: tener una vida normal. Por eso la salud sigue siendo el deseo más pedido.