Día contra la violencia de Género
"Llega un momento en el que te anulas. Con palabras, no te das cuenta pero sabes que te hace daño. Te hace daño, te hace daño y llega un punto en el que estás anulada", intenta transmitir su sentimiento y vivencia Silvia.
Silvia tiene 60 años y, denuncia, la mitad de su vida ha sufrido maltrato. Salió a tiempo pero antes dice que vivió un calvario. "Muy terrible, la pandemia. El estar encerrada con el agresor, con esa persona que no te quiere, con esa persona que no te valora, con esa persona que te hace sufrir. Con alguien que te odia, que no te aprecia. Me he sentido como si estuviera encerrada en una caja. Me faltaba aire", describe así su día a día.
Maltratada y contagiada de coronavirus
Además del encierro, Silvia se contagió de coronavirus. "Bueno, eso fue lo peor ya. Fue lo peor que pude pasar con él. Tuve que aislarme. No podía salir de mi habitación, muy pequeña... Él no me pasaba ni un vaso de agua. Pasaba olímpicamente. Yo le llamaba por teléfono porque, claro, era la única forma de comunicarnos nosotros. No atendía el teléfono. ¡Un trato inhumano!"
"Era como si mi madre fuera el muñequito de budú y mi padre ahí con las agujas ¡pim! ¡pim!"
Después de pasar así con su maltratador el confinamiento por coronavirus, Silvia lo define como un monstruo. Un día, asegura, intentó agredir a su hija. Ella, Amanda, lo explica así: "Literalemente él quiso pegarme a mí. Yo y mi madre nos encerramos en la habitación y allí es cuando decidimos llamar a la policía", recuerda la hija. Ese día, él se fue de casa.
"Yo toqué muchas puertas, yo he ido a muchos sitios para ver cómo puedo hacer, qué debo hacer porque no me sentí escuchada. Eso me hacía sentir como que... ¡tú tienes la culpa!, porque ¡tú aceptaste a este hombre!", explica Silvia. "Mi hija ha sido fundamental y estoy saliendo por ella".
Su hija Amanda ha sido clave
Amanda ha estado siempre al lado de su madre, en la pandemia por coronavirus fue testigo de todo el horror del maltrato. "Lo más parecido ha sido el infierno. La pandemia a nosotros nos trajo un cambio, el cambio de pasar más horas con él. Y eso se convirtió en un, en un castigo, en un yugo, en una cosa interminable que no se soportaba", describe Amanda.
Amanda veía a su madre Silvia "¡machacada!". Ella utiliza esa palabra. ·Al final parecía mi madre como un robot, era como si mi madre fuera el muñequito de budú y mi padre ahí con las agujas ¡pim! ¡pim!".
El relato es dramático. Amanda cuenta que las vejaciones y los insultos eran una cosa normalizada.
"La pandemia nos trajo un cambio... pasar más horas con él. Y eso se convirtió en un castigo, en un yugo, en una cosa interminable que no se soportaba"
Amanda también también sentía miedo en esa situación. "Ese estado de alerta que tienes las 24 horas en el cuerpo de que te puedan hacer daño en tu propia casa. Yo me ponía a pensar en el estado de alarma y decía: es que si yo ahora mismo hago que este hombre se ponga violento y llamo a la policía, va a tardar un montón la policía en venir porque tal cuál estamos todos, a lo mejor puede tardar dos horas. A lo mejor en dos horas este hombre nos ha destrozado la casa entera y la ventana. ¿Dónde vas a ir? ¡no tienes a dónde ir!", explica recordando el horror vivido.
"Si ven a su víctima 2 horas, esas 2 horas la van a martirizar, si las ven 24 horas, esas 24 horas las van a martirizar", concluye Amanda.
Silvia ahora recuerda que "hay salida, hay salida". Hay que proponérselo, insiste. También recuerda que hay que tener fuerza y esa fuerza puede venir, quizá, de un familiar, quizá de una institución. "Ahora me siento cada día un poco más fuerte, más segura de mi, de que quiero salir de esto. Y que el tiempo que me quede quiero respirar vida, simplemente".