Salud bebés
Mover de forma violenta a un bebé puede causarle lesiones graves tanto en el cerebro como en más órganos.
Los bebés son seres totalmente indefensos y que dependen de la protección de sus progenitores, pero, ¿Qué sucede cuando los propios padres o cuidadores son los que ejercen daño físico al pequeño? Esto ha sucedido en diversas ocasiones con lo que se conoce como el 'síndrome del bebé zarandeado'.
Este lunes se ha hecho conocido un nuevo caso, donde la Policía ha detenido a unos padres en Palma por maltratar a su bebé presuntamente zarandeándolo y causándole múltiples lesiones. Los médicos dieron la voz de alarma cuando el niño fue llevado al hospital. El Juzgado de Guardia ha retirado de forma provisional la guarda y custodia y la patria potestad a los padres debido a que ya se ha dado comienzo a una investigación para saber lo que ha ocurrido.
El síndrome del bebé zarandeado, según la Asociación Española de Pediatría, es un síndrome que lesiona el cerebro y que se produce al mover vigorosamente al bebé. La Asociación dice que esto es "relativamente frecuente" ya que hay una incidencia en el mundo de 20.25 casos por cada 100.000 niños menores de dos años. En España, de los 450.000 niños que nacen al año aproximadamente, unos 100 pueden padecer este síndrome.
Este síndrome se produce porque la cabeza de los bebés es mucho más grande respecto a su cuerpo, a diferencia de niños mayores y adultos. De hecho, es un 25% de su peso. Cuando son tan pequeños, la cabeza no está suficientemente sujeta y los músculos del cuello son débiles. Además, su cerebro se está formando aún y por tanto es más blando y vasos sanguíneos más frágiles.
Cuando se produce este zarandeo, lo que sucede es que el cerebro golpea contra el cráneo produciendo inflamación o sangrado. Algunos de los efectos que se pueden ver es el sangrado en la retina y lesión en la médula espinal a la altura del cuello.
No es necesario zarandearlo durante mucho rato para causar lesiones, sino que con hacerlo durante al menos 5 segundos es suficiente para que el bebé tenga lesiones causadas por ello. Algunas complicaciones que pueden vivir estos niños son: pérdida parcial o total de la visión, retrasos en el desarrollo, problemas de aprendizaje y/o conducta, discapacidad intelectual, convulsiones e incluso parálisis cerebral que afecta al movimiento normal y coordinación muscular.
La cura de este síndrome puede ser complicada ya que produce secuelas a largo plazo. Según la Asociación anteriormente citada, uno de cada diez niños que sufren un zarandeo grave, fallece. De los que sobreviven, las secuelas son graves e irreversibles. Cuando ese movimiento violento se produce de manera repetida pero con menor intensidad, las secuelas pueden ser dificultad para aprender a hablar o falta de coordinación motora.
Normalmente esto pasa cuando los progenitores no saben cómo reaccionar ante un continuo llanto que causa frustración y enfado. Aunque también puede venir causado por un intento de reanimación ante una situación donde el cuidador piensa que el recién nacido está en peligro.
Algunos de los riesgos que pueden desembocar en esta acción que causa el síndrome es cuando los padres viven algunas de las siguientes cosas: expectativas poco realistas acerca de los bebés, padres muy jóvenes que no saben controlar la situación, estrés, violencia doméstica, abuso de sustancias, depresión o antecedentes de haber sufrido maltrato familiar.
Nunca se debe zarandear a un niño y por eso, es esencial recibir educación para la crianza del pequeño con el objetivo de prevenir ciertas situaciones de estrés. Los niños expresan sus necesidades mediante el llanto y por tanto, hay que tener en cuenta que es normal que haya momentos donde este lloro se extienda en el tiempo. Lo esencial en este tipo de ocasiones es que los cuidadores o padres busquen la causa e intenten tranquilizarlo a través del contacto físico o hablándole de forma suave.
Si vemos que el pequeño se está quedando sin respiración o tiene otro tipo de problema, no hay que moverlo con violencia. Esto sucede por los llamados "espasmos del sollozo", aunque también puede suceder por ataques de tos o atragantamientos. La solución es ponerlo boca abajo o sentado inclinado hacia delante y con la cabeza sujeta. Una vez que esté en una de estas dos posiciones hay que frotar la espalda o darles golpes suaves con la mano abierta.
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