Alimentación
Cada vez es mayor nuestra concienciación respecto al consumo responsable cuando vamos al supermercado. Muchos consumidores compran alimentos de calidad, buscando productos, no solo más beneficiosos para nuestra salud, sino que aseguren un buen trato de los animales. Sin embargo, estas buenas intenciones pueden ser objeto de engaño por parte de algunas compañías alimenticias, a través del márketing o el etiquetado.
Un ejemplo de ello es el pollo. A la hora de elegir cuál queremos comprar, una extendida creencia entre los consumidores asocia el pollo más amarillo o anaranjado a los 'pollos de corral' o 'camperos', criados en mejores condiciones y mayor libertad. Sin embargo, esta idea es errónea, ya que el color anaranjado del pollo no es un indicativo de que este sea de mayor calidad o haya vivido en un entorno más libre. El color amarillento del pollo se debe únicamente a una alimentación con más carótenos, que se pueden encontrar en alimentos como la zanahoria o el maíz.
Sin embargo, algunas empresas pueden llegar a usar a su favor esta convicción equívoca de los consumidores, anaranjando el pollo artificialmente mediante distintas vías. Por ejemplo, mediante la modificación del pienso con algunos carotenoides sintéticos o naturales, como la luteína, se obtiene un pollo más naranja. También se puede obtener un color más llamativo mediante pigmentos naturales como la zeaxantina o flores de colores.
Por tanto, si lo que buscamos es asegurar un mejor bienestar del animal durante su crianza, debemos guiarnos por el etiquetado de 'pollo campero' y no por el color de este. Si nos fijamos en el etiquetado encontraremos las siguientes categorías: 'sistema extensivo en gallinero' (extensivo en interior), 'gallinero con salida libre' (campero), 'granja al aire libre' (campero tradicional) o 'granja de cría en libertad' (campero criado en total libertad).