SEGÚN UN ESTUDIO
La infección congénita del virus del zika debe ser considerada un factor de riesgo para la audición infantil, según concluye un nuevo estudio publicado en Estados Unidos que muestra su vinculación con la sordera neurosensorial.
Hasta ahora se había relacionado el zika con la microcefalia y otras enfermedades del cerebro, oculares y lesiones ortopédicas en los hijos de madres infectadas durante el embarazo, pero se sabía muy poco de la pérdida de audición infantil asociada a la infección. Sobre ese aspecto arroja luz este nuevo estudio elaborado por el Hospital Agamenon Magalhães de Brasil en colaboración con otras instituciones y publicado por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos.
Para elaborarlo se evaluó a 70 niños menores de 10 meses con microcefalia e infección del zika entre noviembre de 2015 y mayo de 2016, de los que se descartó a uno que había recibido un tratamiento ototóxico (perjudicial para el oído).
Cinco de los niños, el 5,8 por ciento, dieron positivo en sordera neurosensorial, un tipo de hipoacusia, que es el término médico para la incapacidad total o parcial de escuchar sonidos en uno o ambos oídos. La parte interna del oído contiene células pilosas diminutas (terminaciones nerviosas), las cuales transforman los sonidos en señales eléctricas. Los nervios llevan luego estas señales al cerebro. La hipoacusia neurosensorial está causada por el daño a estas células especiales o a las fibras nerviosas en el oído interno.
Algunas veces, la hipoacusia es consecuencia del daño del nervio que lleva las señales al cerebro. Todos los niños que dieron positivo de esta dolencia en el estudio padecen una microcefalia severa. Lo más alarmante sobre el actual brote de zika, que afecta principalmente a América Latina y al Caribe, es su vinculación con la microcefalia, una afección por la que la cabeza de los bebés o niños pequeños tiene un tamaño menor al normal y que puede acarrearles problemas de desarrollo.
El estudio brasileño, a falta de nuevas investigaciones al respecto, recomienda que todos los niños nacidos de mujeres infectadas del zika durante el embarazo sean sometidos a pruebas auditivas, incluso los que no presentan ninguna evidencia de microcefalia u otra enfermedad congénita al nacer.
Lo que ya se ha comprobado ampliamente es que la sordera neurosensorial congénita puede deberse a enfermedades como el citomegalovirus (CMV, relacionado con los virus que causan la varicela y la mononucleosis infecciosa), la rubeola, la toxoplasmosis (causada por un parásito), el herpes simple y la sífilis.
En estas enfermedades, la sordera es neurosensorial, de ambos oídos, severa y profunda, pero a menudo no puede detectarse en el momento del nacimiento y a veces es progresiva y fluctúa. Tras comprobar que cuatro de los 70 niños con microcefalia estudiados mostraron tener sordera neurosensorial sin ninguna otra causa potencial, los autores del estudio recomiendan que esta dolencia sea considerada parte del espectro clínico asociado con la infección congénita del virus del Zika y que la infección se considere un factor de riesgo de pérdida auditiva en las evaluaciones médicas.
Asimismo, los niños con infección congénita del zika que no muestren sordera en las pruebas efectuadas en el nacimiento deben recibir seguimiento regular porque la enfermedad podría desarrollarse más tarde y la pérdida de audición ser progresiva.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el pasado 1 de febrero que las malformaciones congénitas (sobre todo microcefalia) y los trastornos neurológicos (Síndrome de Guillian-Barré) ligados al contagio del zika constituían una emergencia sanitaria de alcance internacional, pero descartó incluir como tal el brote en sí mismo.
El zika es un virus que se transmite por la picadura de mosquitos vectores del género Aedes, como el dengue y el chikunguña, y cuyos síntomas son similares pero más leves: sarpullido, fiebre ligera, dolor muscular y de las articulaciones.
Muchas personas infectadas con zika no acuden al médico al no presentar síntomas o confundir estos con los de un resfriado o una gripe, lo que complica el seguimiento del virus por parte de las autoridades sanitarias. Por ahora, no existe ni vacuna ni tratamiento contra un virus que fue descubierto en los años cincuenta del pasado siglo en el bosque Zika de Uganda, de donde toma el nombre.