Infidelidades
Seguro que tienes un amigo o una amiga que te ha contado que mantiene una relación con una persona casada. Que se ha enamorado perdidamente, que no puede dejarlo, a pesar de que su amante no acaba de romper su matrimonio.
Hoy hablamos de cuando nos convertimos en ‘las otras’ o en ‘los otros’ y de cómo afrontar una situación que nos hace sufrir.
“He tirado por la borda los mejores años de mi vida por creerle”. Cuántas veces habré escuchado esa frase en mi consulta en boca de todo tipo de mujeres -escasamente en hombres, aunque… también los hay-. Porque sí, queridos lectores, enamorarse de alguien casado no es cuestión ni de edad ni de nivel cultural, pasa y pasará mientras los hombres y mujeres seamos víctimas de nuestras pasiones y vulnerabilidades.
Si miramos en nuestro entorno, todos conocemos personas que se enamoran de gente casada o de gente casada que tiene un o una amante de forma clandestina pero permanente. Porque de lo que va esta entrada no es de las infidelidades ocasionales, sino del concepto 'del otro' o del mayoritario 'la otra' dentro de una pareja consolidada.
"Enamorarse de alguien casado no es cuestión ni de edad ni de nivel cultural"
Cuando nos enamoramos de alguien que está casado, desde el primer momento la relación no se vive con normalidad. En psicología hablamos de los refuerzos intermitentes como formas de crear adicciones y dependencias en las personas y eso es lo que recibimos de nuestro amante. Los sentimientos y emociones se exaltan…, nuestro objeto de deseo no está totalmente disponible y saboreamos cada momento que pasamos a su lado y nos obsesionamos soñando cuándo se producirá un nuevo y fogoso encuentro.
Por otro lado, tendemos a vivir románticamente la relación, idealizando a la persona, justificando y aceptando un comportamiento basado en un discurso de relación tormentosa y agobiante en la que dice está metido y de la que casi siempre promete salir en un futuro inmediato. Al final, con el tiempo, hasta entendemos sus ninguneos y excusas.
Donde caben dos NO caben tres
Si todas las personas que nos rodean, si nuestros amigos y familiares que nos conocen y nos quieren, absolutamente todos, se muestran en contra de esa relación es porque tienen razón. Estamos abocados a un sufrimiento sin pausa y a una relación sin sentido. En los triángulos sentimentales entre desiguales (una pareja y un tercero), el que sufre es el tercero.
Seamos realistas. Tenemos que preguntarnos con objetividad y distancia emocional, ¿por qué, si alguien está tan bien con nosotros, no lo está a tiempo completo? Si esa persona vive un matrimonio desgraciado, ¿cuáles son los motivos que le llevan a priorizar su matrimonio en lugar de luchar por nuestra relación y nuestro deseo mutuo de compartir el tiempo, las ilusiones y el futuro? Y, lo más importante, si te quiere tanto ¿no le importa que sufras?
¿Y si de verdad quiere dar ese paso?
Pero puede pasar que diga la verdad, que su relación esté rota y que, realmente, has entrado en su vida en un momento en que esa persona buscaba enamorarse de nuevo. En este caso, ¿cómo lo afrontamos? Lo mejor y más aconsejable es que, hasta que la persona no rompa definitivamente con su pasado, nos mantengamos en un ambiente de amistad, de conocimiento mutuo sin compromiso. Al estar en esa situación conservamos la ilusión de estar con la otra persona, pero sin ataduras emocionales dando tiempo a que se sitúe en una nueva relación.
"El amor no es lucha ni sufrimiento"
Si ya hemos entrado en una relación con alguien casado, ¿cuándo es el momento de salir de ella? La mayoría somos conscientes de la dificultad que conlleva este tipo de relaciones, hay personas que siguen adelante porque el sentimiento es más fuerte que la razón. Entonces podemos, por ejemplo, darnos un plazo de tiempo. Si al finalizar el mismo, la persona no ha roto con su pareja anterior, debemos alejarnos.
No lo idealicemos, no intentemos comprender algo que está fuera de nuestra comprensión. El amor no es lucha ni sufrimiento. Piensa que no te mereces una media naranja sino la naranja entera y piensa que a veces… el amor solo no basta.
Alicia López Losantos, psicóloga y coach.