El acoso del régimen chino provoca una ola de simpatía por el artista en todo el país.
Desde el pasado abril este hombre ha pasado de ser uno de los artistas más cotizados e influyentes del mundo, a ser la cara de la oposición al gobierno chino. Y sin embargo la lucha de Ai Weiwei contra el régimen empezó pronto. A los 21 años funda un grupo de vanguardia, precursor del arte contemporaneo chino. La aventura dura apenas 5 años. Presionados por las autoridades, el grupo se disuelve. Weiwei emigra a Nueva York, donde reside hasta 1993. Cuando regresa a su país, 12 años después, publica libros clandestinos, promueve la defensa de los derechos humanos y provoca a Pekín, con una exposición que la policía censura. Aún así, el régimen comunista cuenta con él para ser asesor artístico en la construcción de "Nido de Pájaro", el famoso estadio olímpico para los juegos del 2008. Weiwei aprovecha su fama, sus creaciones son conocidas, sus críticas al todopoderoso régimen chino, también. Denuncia las malas construcciones tras el terremoto de Sichuan, la falta de libertad. Un día a día que termina cuando el gobierno ordena destruir su estudio en Shangai y detenerle cuando iba a subir a un avión. El 3 de abril de 2011 la familia del artista denuncia su desaparición. El 7 de abril el gobierno de la República Popular China desvela lo que es un secreto a voces; Weiwei se encuentra detenido en un lugar indeterminado por presuntos delitos de "crímenes económicos". Su arresto genera un movimiento de simpatía sin precedentes. Dos meses y medio después el artista es liberado bajo fianza. Acusado de evasión fiscal, las autoridades le exigen un millón setencientos mil euros.
"Más o menos, hace año y medio, mas o menos que he sido tomado como rehén. Ahora voy a pagar el rescate, y siento que he sido robado. Pero, ya sabe usted, oficialmente".
En 15 días el artista consiguió reunir casi un millón de euros, gracias a la donación de 30.000 simpatizantes, dinero que el intelectual ha prometido devolver. Pero su lucha contra el gran aparato gubernamental chino no ha terminado. Pekín exige el total en yuanes y en efectivo. No ha aceptado un certificado bancario, tampoco la garantía sobre la vivienda de la madre de Weiwei. La batalla, tan desigual como la de David, contra Goliat, no ha terminado. Pero los ánimos están altos, a juzgar por este video, grabado por el artista, en el que vuelve a provocar a las autoridades chinas, con una ambigua canción infantil, prohibida por el régimen. Weiwei lucha contra la censura, mientras sigue denunciando los casos de tortura en las cárceles de su país. A sus 54 años, el artista parece incombustible. Por delante tiene dos meses para reclamar la revisión de su caso. Millones de personas le apoyan.