Estados Unidos
La historia es un tren en marcha y Trump sabe, como todo el mundo en política, que al poder no se llega necesariamente en línea recta, es decir, siendo el más votado.
Durante la narración en directo con Vicente Vallés del asalto al Congreso el 6 de enero de 2021 hubo un momento en que allí, viendo primero y luego mezclándome con la turba, pensé de repente en el destino que podría tener el busto de Churchill en la preciosa Pequeña Rotonda de la Cámara de Representantes, por la que inevitablemente estaban pasando los asaltantes. Y por un segundo me pregunté si Churchill, de ver lo que estaba ocurriendo, seguiría pensando que “los americanos siempre toman la decisión correcta, después de haber probado todas las demás”.
En uno de esos cálculos automáticos que uno hace en las conexiones en directo me pareció que no era el momento de lindezas históricas. Pero tal vez sí lo sea ahora, casi dos años después, tras conocerse finalmente el resultado de las elecciones al Congreso.
Porque los americanos -según se mire- parecen haber probado en los últimos años todas las decisiones posibles y al final haberse quedado con la inicial, ¿quizá porque esa era la correcta?. Los trumpistas estarán en desacuerdo y el propio Trump, supuestamente admirador de Churchill, prefiere otra cita del ex primer ministro británico, aquella en la que Lady Astor le dice: “Está usted borracho, señor Churchill” y él contesta “sí, yo estoy borracho y usted es fea. Sin embargo, mañana yo estaré sobrio y usted seguirá siendo fea”.
Para Trump la cita tiene un ironía añadida porque Lady Astor se llamaba Nancy, como Pelosi, la líder demócrata. La cuestión es que tras estas elecciones al Congreso el mañana de Trump está más en duda que antes.
La razón de ello es que lo que los americanos parecen haber decidido no es apoyar a demócratas o republicanos sino al sistema político establecido que tienen -en el que unas veces ganan los demócratas y otras los republicanos pero a ninguno se le ocurre al perder negarse a aceptar el resultado, asaltar el Congreso y dinamitar las convenciones políticas.
"Los americanos parecen haber decidido, no apoyar a demócratas o republicanos, sino al sistema político establecido"
Cualquiera con dos dedos de frente sabe que los demócratas, con inflación rampante, un presidente impopular y la dinámica tradicional de las elecciones al Congreso en su contra, deberían haber perdido mucho más ampliamente estas elecciones.
Y el único factor que explica que eso no haya ocurrido es el rechazo que Trump genera y que hace que se movilice una proporción mayor de voto demócrata de lo que lo haría en circunstancias normales.
Cualquiera con dos dedos de frente sabe también que para Trump será ahora más difícil volver a la Casa Blanca, porque se antoja muy difícil que pueda superar la barrera de los más de 74 millones de votos que tuvo en 2020 -eso es, por cierto ¡casi 5 millones más de lo que tuvo Obama en 2008!-pero 7 millones menos de los que tuvo Biden en 2020.
Y, sin embargo, cualquiera con dos dedos de frente sabe también que Trump no va a renunciar y que estas elecciones al Congreso no son el fin de la historia política de Estados Unidos. La historia es un tren en marcha y Trump sabe, como todo el mundo en política, que al poder no se llega necesariamente en línea recta, es decir, siendo el más votado.
Se puede llegar, legalmente, dividiendo al enemigo (en el caso de primarias) o jugando mejor las reglas del sistema (por ejemplo, ganando el colegio electoral y convirtiéndose en presidente sin ser necesariamente el más votado, como ya ganó la primera vez).
Las elecciones al Congreso que acaban de terminar indican que los estadounidenses parecen pensar que ha llegado el fin del ciclo en el que experimentaban con un candidato que prometía romper buena parte de las convenciones políticas del país.
No solo los demócratas han resistido mucho mejor de lo que se esperaba sino que los republicanos que han sacado malos resultados son los más extremistas y cercanos a Trump. Esos son los que le han costado la victoria de verdad al Partido Republicano.
Eso no quiere decir, ni mucho menos, que el fin del trumpismo haya llegado. Sí parece indicar, sin embargo, que puede haber tocado techo. Pero solo es una indicación. Para confirmarlo, habrá que esperar a ver quién consigue ser candidato republicano a presidente y, después, presidente en 2024.
Porque en otra ocasión Lady Astor también le dijo a Churchill: “Si yo fuera su esposa, envenenaría su té” y Churchill respondió: “Si yo fuera su marido, me lo bebería”. Pero Trump no se va beber ningún té.