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El presidente estadounidense sugiere que no se descarta que el periodista Jeffrey Goldberg en vez de ser invitado se hubiera colado en el chat de seguridad de la Casa Blanca.
La forma de dejar atrás el escándalo parece ser pasar al ataque con Trump asegurando que la polémica es una mera caza de brujas y sugiriendo que no se descarta que el periodista Jeffrey Goldberg en vez de ser invitado se hubiera colado en el chat con el equipo de seguridad de la Casa Blanca -aunque no hay ninguna evidencia ni sospecha siquiera de que haya sido así-.
Lo que sí está ya confirmado es que por esta aplicación comercial de mensajería sí se compartieron datos operativos concretos del ataque que se iba a producir, aunque se sigue negando que se compartiera ninguna información clasificada. También se precisa qué tipo de munición y aviones iban a ser usados. Y era fácil deducir de dónde iban a partir porque EEUU solo tiene un portaaviones en la zona.
En el fondo el problema legal es lo de menos. Lo más serio para la Casa Blanca es la impresión de que el equipo se seguridad se comporta con poca profesionalidad. Por ejemplo, en nada le ayuda que se revele que se crean de modo improvisado chats en redes de mensajería comercial, algo no precisamente bien visto en las escalas inferiores de jerarquía. Y quedan dudas de si ello supone un brecha de seguridad.
También queda la duda de cuántas más veces se han coordinado del mismo modo para otras crisis -¿Ucrania? ¿Oriente Medio? Y que quedan tocados dos de sus más importantes miembros, el secretario de defensa Pete Hegseth y el asesor de seguridad nacional Michael Walz, aunque Trump insiste que no se plantea prescindir de nadie.
El caso de Walz es particularmente relevante porque, de todo el equipo de seguridad de Trump, es el menos alejado de las posiciones europeas. En realidad, pese a tener un cargo de importancia mayúscula, se le considera el menos cercano a la visión MAGA del presidente Trump. Y por eso es a quien esta crisis más factura le puede suponer.
El asunto también deja por sorpresa una nube sobre la imagen el vicepresidente Vance, que en el chat aseguraba -a espaldas del presidente- que era un error el ataque en Yemen que Trump había autorizado.
El efecto más duradero y revelador será, sin embargo, con los aliados europeos, que han podido comprobar el desdén con que se les considera tras leer en los mensajes que se les acusa de patéticos.
Trump insiste en que no va a cesar a nadie, pero parece razonable pensar que también él tomará seria nota de todo lo revelado.
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