SE ENCONTRABA EN EL MERCADILLO NAVIDEÑO
El camión negro aparece como una bestia varada, extrañamente quieta e incongruente, en medio de una perfecta postal navideña de luces, adornos y casetas de un mercadillo tradicional, rota de parte a parte por una riada de destrucción y muerte.
Al menos doce personas han muerto y unas 48 han resultado heridas al irrumpir, pasadas las ocho de la tarde, este camión de unos doce metros de largo en un concurrido mercado de navidad de Kurfürstendamm, una zona comercial de la ciudad, donde centenares de personas compraban a esa hora regalos y algo de comida para picar.
"Nosotros estábamos a unos seis metros de donde ha quedado el camión al pararse"
El vehículo pesado ha arrasado puestos y personas por igual durante más de 50 metros, provocando a su paso un ruido terrible, segando vidas y mutilando muchas más, arrollando puestos de comida, mesas y casetas de recuerdos.
Allí estaba, a escasos metros de donde ha quedado el camión detenido, Paloma, una madrileña de 24 años, y su hijo, de ocho años, que habían decidido, en sus primeras navidades en Berlín, ir a tomarse unos churros con chocolate a ese mercadillo a los pies de la Gedächtniskirche, uno de los referentes turísticos de la capital.
"Nosotros estábamos a unos seis metros de donde ha quedado el camión al pararse. Nos hemos comprado algo de pan con carne porque quería mi hijo y nos hemos sentado en un sitio un poco apartado, en las escaleras de la iglesia, para estar más tranquilos", explica.
"Yo cogí a mi hijo para apartarlo y que no lo arrastrasen"
Al principio, Paloma no podía identificar lo que estaba pasando: "No sabía si se estaba cayendo el mercadillo, una caseta detrás de otras, o si se derrumbaba una casa en obras cercana". De seguido, conforme empezaba a ser evidente la tragedia que en apenas unos segundos había sucedido, comenzaron las escenas de pánico: los visitantes empezaron a huir despavoridos del camión y del mercadillo.
"Todo el mundo empezó entonces a correr. Yo cogí a mi hijo para apartarlo y que no lo arrastrasen. No nos hemos movido porque en los momentos de pánico masivo lo peor es salir corriendo", argumenta con una tranquilidad asombrosa Paloma. Entonces, esta madrileña llevó a su hijo a un rincón donde ella no le perdía de vista en ningún momento pero él no podía ver a los heridos y se acercó a intentar ayudar.
"Había dos personas debajo del camión", recuerda de dos de los muertos en el accidente, "otro con las dos piernas destrozadas" y al menos otro a su lado "inconsciente" por lo menos. Otros visitantes del mercadillo estaban ya trasladando en unas improvisadas camillas hechas con tablones de madera a algunos de los heridos y dos policías que había cerca empezaron a coordinar a los voluntarios hasta que llegaron los equipos de emergencia.
Paloma atendió entonces a un señor con un golpe en un brazo, a otro con una contusión sangrante en la cabeza y a una señora que, al caerse, se había torcido una muñeca. "No he querido ponerme con los más graves porque no sé primeros auxilios", dice la joven, que considera que la respuesta de los servicios de emergencia ha sido "muy, muy rápida".
"Yo he visto dos puestos que se habían caído y hemos ido a mirar que no hubiese nadie debajo y a retirarlo todo, porque en uno de ellos había una cocina y teníamos miedo de que empezase a arder", relata. Sólo cuando han empezado a llegar los primeros equipos de bomberos y ambulancias, Paloma y su hijo se han marchado de vuelta a casa, que se encuentra en la zona.
"Todavía tengo que soltar el nervio", reconoce la joven madrileña tras la experiencia, y añade que su hijo sólo ha empezado a llorar cuando han abandonado el mercadillo. Minutos después todos los accesos a la zona estaban cortados y centenares de policías se desplegaban por las calles adyacentes, muchos de ellos con ametralladoras.
Ambulancias y camiones de bomberos pululaban de aquí para allá alrededor del mercadillo, atendiendo a los heridos, llevándose a los más graves al centro universitario Charité, que ha habilitado un gabinete de crisis; desatrapando víctimas y retirando escombro. Y, ajeno a ese frenético revuelo, al trajín de policías, médicos, enfermeros y bomberos, al nerviosismo de periodistas y curiosos, en medio de esa postal navideña rota, el camión negro.